Según versiones nunca confirmadas por el estricto secreto que rige en la elección papal, cuando se eligió a Benedicto XVI en el año 2005 el cardenal Jorge Bergoglio había conseguido 44 votos, lo que lo ubicó segundo entre las preferencias de sus pares. Sin embargo, tras la renuncia de Ratzinger, el obispo de Buenos Aires no aparecía entre los favoritos.
Como la renuncia de Benedicto se supo varias semanas antes, el proceso de convocatoria al nuevo cónclave se adelantó unos días a lo habitual. En este caso participaron 115 cardenales habilitados para votar. Con una tradicional mayoría europea y entre ellos con preeminencia de italianos.
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La voluntad de los cardenales resultó ser buscar a un nuevo Papa reformista después de las gestiones conservadoras de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Así resultó que el 13 de marzo de 2013, después de la quinta votación, salió humo blanco desde la Capilla Sixtina, la famosa “fumata blanca”, como simbólico aviso de que se había elegido a un nuevo pontífice.
El protodiácono Jean Louis Tauran se asomó poco después al balcón sobre la plaza de San Pedro y anunció en latín que el hombre señalado era el cardenal argentino Bergoglio que ahora pasaría a llamarse Francisco.
Allí estaba El Doce con su periodista Sebastián Pfaffen, que años más tarde escribió un libro sobre el paso de Francisco por Córdoba (Aquel Francisco), registrando el momento histórico.
Por primera vez un americano y un jesuita era elegido Papa. Un hombre formado en Argentina (Devoto, San Miguel), Chile, España y Alemania y que llegaba con un profundo sentido de humildad y de cercanía con los más necesitados. Así como en Buenos Aires visitaba las villas miseria, su primera salida de Roma fue para visitar la isla de Lampedusa, en el sur de Italia, donde se apiñaban los inmigrantes ilegales africanos.
Desde aquel momento el Papa firmó tres encíclicas, una que ya tenía perfilada su antecesor y otras dos vinculadas a la problemática ambiental (Laudato Si) y a la fraternidad humana e interreligiosa (Fratelli Tutti).
En estos 11 años de pontificado no faltaron las polémicas. Entre ellas sobresalen las quejas públicas de los sectores más conservadores de la iglesia que se resisten a cualquier tipo de cambio, especialmente en lo que se refiere a la mirada más cercana e inclusiva con los divorciados, los gays y travestis o al rol de la mujer dentro de esa estructura que es la iglesia.
Mientras se aguarda su llegada a la Argentina por primera vez (con un debate de la política doméstica que lo involucró durante mucho tiempo), Francisco ya dejó su huella en Roma. Temas que le eran ajenos o lejanos a la iglesia católica ahora son parte del debate público. Y a pesar de los obstáculos promete seguir modificando ese sistema monárquico que le toca encabezar desde hace 11 años.
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