“Tenía una mirada rara, estaba como aislado”. Así describió Facundo Verdini el último día de trabajo de Abel Guzmán, el hombre que este miércoles por la noche mató de un disparo a su compañero, German Gabriel Medina, y se dio a la fuga.
Verdini es el dueño del local en donde pasó todo y jefe tanto de la víctima como del autor del homicidio. Además, fue testigo del brutal crimen y es quien dio aviso a la Policía.
En diálogo con El Trece, el comerciante comentó varios comportamientos anormales que advirtió por parte de Guzmán en las horas previas al asesinato, quien hacía 10 años trabaja en el recinto. El más llamativo es que decidió raparse la cabeza, algo que extrañó a todos porque era una persona muy cuidadosa con su cabello. “Estaba raro”, sintetizó.
Sin advertencia
Al horario de cierre, el dueño del recinto y la víctima decidieron compartir una cerveza. En ese momento, Guzmán se les acercó. “Nos dijo que quería hablar, le dijimos que lo dejáramos para mañana y ahí sacó el arma. No lo podía creer”, comentó.
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Y aclaró: “Nunca hubo un clima tan tenso para que saque un arma. No hubo pelea, no hubo piñas”. Verdini accedió a conversar de inmediato, se levantó de la silla e intentó tranquilizarlo pero no sirvió de nada: el agresor abrió fuego y mató a quemarropa a su compañero.
Después de eso el comerciante se escondió en el baño, cerró la puerta y llamó a la Policía. Guzmán aprovechó ese momento para huir y la Policía aún no logra encontrarlo
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Una cuestión de egos, la principal sospecha
Verdini remarcó que nunca había visto un hecho de violencia entre los dos hombres involucrados aunque admitió que había “peleas laborales”. “Por lo que sé no se debía plata, no había pasado nada para llegar a ese punto”, sostuvo.
Sin embargo, arriesgó una hipótesis. Indicó que tanto Guzmán como Medina se desempeñaban como coloristas por lo que cree que puede haber surgido algún tipo de competencia, “celos”, y un conflicto “por una cuestión de egos”.