Para contar la historia de Daniel y Agustín es necesario despojarse de muchas vestiduras. Vestiduras, prejuicios, preconceptos. Y en realidad no es tan difícil de hacer, especialmente cuando conocemos a sus protagonistas.
Daniel es el papá. Laura, su tía. Que además de ser su tía, es la panza que lo gestó. Agustín ostenta entre sus títulos, aunque aún no lo sepa ni mucho menos lo comprenda, el de haber sido el primer bebé nacido por subrogación de vientre en una familia monoparental en Córdoba.
Y a pesar de que esto no le otorgue rango nobiliario, sí tiene que ser la confirmación de que fue intensamente deseado y que su existencia es impulsada por amor del bueno. Hablamos con los protagonistas de esta historia para repasar los tiempos desde que se gestó esta idea hasta que nació Agustín:
+ VIDEO: La historia de Daniel y Agustín (Edición: Lucio Casalla):
“Siempre quise ser papá. En un momento de la vida, creí que no iba a ser posible. Pasé por diferentes fracasos amorosos con diferentes parejas y por un momento cerré la puerta, pensando que ese cierre era definitivo. Pero un mediodía, la idea se volvió a despertar. Hacía muy poco que había cumplido 40 y estaba haciendo un asado con mi cuñado y mi hermana. Había cobrado notoriedad el caso de hombres famosos y argentinos que habían sido padres con vientre subrogado. Mi hermana me preguntó por qué no me animaba a ser papá. Me conocía y sabía de mis historias con el amor e intento de familias frustradas. Ella iba más allá de eso porque en esa charla informal me dijo la frase del antes y el después: ‘Yo te presto mi panza’.
Yo le contesté lo que cualquiera en mi lugar hubiera contestado: “Laura estás re loca.”
Probablemente para muchos, como para Daniel en ese entonces, la gestación por sustitución es una locura. Pero vamos a los datos.
Lo primero que podemos decir es que en Argentina, hasta hoy no existe una regulación o ley que habilite o prohíba la gestación por sustitución.
Luciana Ulla, abogada especialista en Derecho de Familia (MP 1-32572) explica que “se parte del principio de lo que no está prohibido está permitido, por lo que los abogados cuando solicitamos una autorización que persiga la subrogación de vientre en primer lugar solicitamos la inconstitucionalidad del art. 562 del CCCN, que nos indica sobre la voluntad procreacional, en que los nacidos por las técnicas de reproducción humana asistida son hijos de quien dio a luz y del hombre o mujer que ha prestado su consentimiento previo, informado y libre”.
Hoy, ya existe mucha jurisprudencia que autoriza que este tipo de procesos se lleven adelante, ya sea entre parejas de hombres y mujeres, parejas de hombres o familias monoparentales.
Sin embargo, no es una práctica que se autorice judicialmente por cualquier tipo de motivación. Tienen que comprobarse causas médicas físicas y/o psíquicas que inhabiliten a una persona o pareja a llevar un embarazo de la manera ‘tradicional’ y para esa panza que se ‘presta’ no debe existir ningún tipo de obligación o coacción.
Daniel empezó a ahondar en la cuestión legal, pero antes, en la posibilidad biológica de que fuera su hermana quien le “prestara la panza”. Una tarde cualquiera, finalmente se animó a sacar el tema otra vez.
-Che Laura, ¿te puedo hacer una pregunta?
La miré, hice una pausa para juntar aire y finalmente lanzar la pregunta, pero antes de que llegara a emitir sonido me dijo:
-Sí.
-¿Sí qué?
-La respuesta a lo que me querés preguntar es sí. Ya te dije que sí. Sí te presto la panza. No seas tonto. Animate.
Esa tarde, ese pacto entre hermanos dio inicio a un acto de altruismo y de amor que difícilmente podamos dimensionar.
Lo primero fue una visita a un centro de fertilidad. El especialista les indicó que esta práctica podía realizarse ya que los óvulos que se utilizarían serían de una donante. No habría intercambio genético entre Laura y el bebé más que el intercambio lógico durante la gestación. No había intercambio de ADN.
Con la decisión tomada, buscaron la autorización judicial y aunque la pandemia hizo todo más complicado y lento, pudieron realizar las entrevistas de peritos para entender las motivaciones de todos los participantes. Y cuando decimos todos, nos referimos a Daniel, a Laura y al esposo de Laura.
La autorización judicial llegó un 30 de diciembre y esa ‘locura’ cada vez se hacía más real.
Con procesos terapéuticos en paralelo, fueron contando la decisión y poniendo en palabras todos estos eventos que iban marcando el ritmo de esta familia.
Durante todo ese proceso judicial Daniel junto a la clínica habían adelantado la ovodonación. Con los gametos de Daniel, buscaron una donante anónima para intentar una fertilización in vitro. Si lo lograban, esos embriones podían quedar criopreservados hasta el momento en que la justicia fallara. En el primer intento con la primera donante no consiguieron ningún embrión. En la segunda, solo consiguieron un embrión. Esto no pasó inadvertido en el ánimo de Daniel, quien como tantos pacientes de fertilidad, tal vez no dimensionó lo complejo que puede ser lograr un embarazo viable.
Ese primer embrión significó la primera chance, y con la sentencia judicial a su favor, en febrero del 2021 a Laura le hicieron la transferencia embrionaria. El resultado fue negativo.
“Yo salí convencido de que ya estaba. Que iba a ser papá. Pero llegó la beta negativa y recibí un golpe enorme, que de verdad no había previsto. Fue una trompada a mi ánimo. Me empecé a replantear un montón de cosas. En esas situaciones uno tiene un sistema de contención, de amigos o familias, pero la verdad es que terminaba transitándolo solo y muy angustiado”, relató Daniel.
Al factor emocional se sumaba el factor económico. Estos tratamientos, especialmente cuando se habla de subrogación de vientre, tienen costos elevados. Daniel había renunciado a un trabajo de 20 años para poder cobrar una indemnización para poder hacer el primer intento y tuvo que vender un terreno para intentarlo una vez más.
“Sé que no pasa por lo económico, pero sin dudas había una presión adicional. Sabía que no tenía más resto para seguir intentando, y las ganas de ser papá estaban lejos de irse”, manifestó.
Volvió a apostar por un nuevo proceso de ovodonación y consiguió embriones de alta calidad para transferir. Un 26 de agosto volvieron a entrar en beta espera.
“Una tarde, Laura vino a tomar unos mates a casa y cuando nos sentamos me dijo ‘Vos preparate’. Yo pensé que estaba tratando de mantenerme ilusionado porque por esos días yo era un manojo de nervios. Pero me insistió: ‘Vos preparate’. No se sentía mal, pero se sentía ‘embarazada’, contó Daniel.
Laura sabía, conocía su cuerpo y el ansiado positivo llegó quince días después. Ese fue el inicio de algo mucho más grande.
“Flasheas cuando escuchás el corazón. La primera ecografía no entendí mucho más que el sonido de los latidos. Más que entender, en realidad fue una sensación. Yo iba a todas las ecografías con Laura. Por protocolo de Covid no me dejaban pasar, entonces ella tenía que entrar y explicarle a cada ecógrafo la situación. Los ecógrafos le hablaban y le decían ‘Mamá tal cosa’ y ella aclaraba ‘Yo no soy la mamá’. Era “la frase matadora” porque los ecógrafos quedaban medio descolocados”, relató conmovido Daniel.
Laura transitó un embarazo saludable y decidió que su sobrino nacería por cesárea. Agustín llegó a este mundo sabiéndose muy deseado. Tuvo que estar algunos días en cuidados neonatales, días que sirvieron de “intensivo” para Daniel, ahora el papá de Agustín. Ya en casa los dos atravesaron noches de llanto -ambos- y de amor.
“Estaba cansado y enamorado. Lo miraba por horas. Y con el pasar de esos días veía que la cosa avanzaba bien. Nos estábamos conociendo”, contó Daniel.
“No es una tarea sencilla. Y a medida que avanzan los meses, la cosa no se aliviana.
Creo que los varones no estamos preparados o no entendemos la carga que se pone sobre la mujer en la crianza, o la persona de apego. Creo que cambié mucho cuando me enfrenté a los primeros tres meses solo con Agustín. Creo que seríamos más empáticos y valoraríamos mucho más a nivel sociedad el trabajo de la mujer que cría”, confesó.
Y cerró: “Vale la pena arriesgarse. Es hermoso ser padre. Pensé que no iba a ser para mi, y hoy lo estoy viviendo y más allá de lo complicado que pueda presentarse el día a día esta nueva realidad es maravillosa y no la cambio por nada”.