Jonatan Emmanuel Bin (39) fue condenado a prisión perpetua por el femicidio de su novia, Marina Inés Tripodi (38). Cuando ocurrió el crimen el 24 de febrero de 2023 llevaban ocho meses de pareja y estaban a un mes de casarse.
Las hijas de la víctima, dos adolescentes de 13 y 17 años, encontraron a la mujer atada, ensangrentada y tirada en el piso de su dormitorio en el barrio porteño de Constitución. Las menores regresaban del cine junto a un tío cuando descubrieron el macabro escenario y llamaron a la Policía.
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Tanto Bin como Tripodi trabajaban en el Ministerio de Trabajo de la Nación. El Tribunal Oral en lo Criminanl N° 26 de Capital Federal declaró al hombre culpable de homicidio agravado por mediar una relación de pareja, por alevosía, ensañamiento y violencia de género, en concurso ideal con abuso sexual con acceso carnal.
La fiscalía que investigó el caso reveló que “el imputado propinó una gran cantidad de golpes en todo el cuerpo de la víctima, le colocó una soga alrededor del cuello y la boca, que enlazó con sus manos y la ató por detrás de la espalda, reforzó esa atadura con cinta adhesiva alrededor de su boca y cuello y abusó sexualmente de ella”.
Mensajes estremecedores
El femicida quedó detenido cuatro días después del hecho con múltiples pruebas en su contra, entre ellas chats de WhatsApp estremecedores que les había enviado al hermano y a una hermana de la víctima que se desempañaba como contadora en el área de recursos humanos del ministerio.
“Bien merecido se tiene lo que le hice”; “¿Sabés qué me siento? El odontólogo Barreda, tal cual”, fueron algunos de los mensajes de Bin mientras estaba prófugo, uno de ellos en referencia al múltiple homicida platense -ya fallecido- que en 1992 asesinó a su esposa, sus dos hijas y su suegra.
En otro de los mensajes de texto a los familiares de la víctima, expresó: “Tu hermana me trató siempre como una basura”; “me trataba como un trapo de piso y se reía en mi cara”; “yo ya tengo decidido quitarme la vida, a la cárcel no pienso ir”; “¿Qué onda tu hermana? ¿Está viva?”.
La fiscalía planteó que la actitud asumida por el imputado luego del crimen demostraba no sólo un reconocimiento explícito de la autoría del hecho sino también “un desprecio absoluto por la vida de la víctima, una visión misógina respecto de ella, de las mujeres que formaban parte de su entorno y de la figura femenina en general”
Otras pruebas determinantes fueron las lesiones que Bin presentaba en sus manos, el análisis de las comunicaciones telefónicas, registros fílmicos y la reconstrucción del recorrido que el femicida hizo en transportes públicos.