El mundo postapocalíptico en el que el planeta sucumbía ante bots inteligentes y la raza humana se enfrentaba a su peor creación, parece cambiar de escenario a medida que la Inteligencia Artificial nos muestra lo vertiginoso que puede ser su avance y lo fácil que es de incorporar en lo cotidiano.
Chat GPT, Gemini, Meta y tantas otras aplicaciones súbitamente se meten en nuestra vida al punto de volverse imprescindibles en algunos ámbitos. Y mientras -como en cualquier revolución- el mundo se divide en entusiastas y apocalípticos, lo cierto es que hay progreso gracias a las IA que hace seis meses parecía imposible de alcanzar.
No es propósito de este artículo profundizar en conceptos, para eso ya se puede preguntar al propio GPT, pero sí buscamos entender en ejemplos prácticos en qué se aplica la Inteligencia Artificial en medicina reproductiva y para qué fines.
Después de todo, lo tangible de la radioactividad es la posibilidad de hacer radioterapias contra el cáncer; de los tratamientos in vitro es la posibilidad de generar bebés a partir de una fecundación en laboratorio; de un bypass coronario es la posibilidad de curar una afección cardíaca con cirugía poco invasiva.
Pero todos estos descubrimientos llevaron décadas de estudio. Se enfrentaron a cuestionamientos éticos, científicos, culturales y sociales.
¿Qué hay entonces de tangible en la medicina aplicando Inteligencia Artificial? ¿Qué pasa ahora si esas décadas de investigación se reducen a meses, a semanas, a días?
La respuesta se encuentra en la conjunción de letras que forman la palabra “Algoritmo”.
+ VIDEO: la App cordobesa que utiliza IA:
La creación de IA tiene dos fundamentos básicos: los datos y los algoritmos. Los algoritmos le dicen a la máquina qué debe hacer. Los datos, por su parte, hacen que la máquina pueda aprender a ejecutar las instrucciones y perfeccionar su uso. Una especie de autor intelectual y material.
Mientras la carga de datos puede llevar un tiempo considerable, el análisis, hoy, puede arrojar resultados en segundos. Y es que la inteligencia artificial tiene capacidades de procesamiento que nosotros, los humanos, aún los más inteligentes de esta tierra, no tenemos.
Y si lo vemos alejado en el tiempo y el espacio, pues sepan que no. Porque la medicina y la ciencia también se valen de estas herramientas para mejorar su performance.
La medicina predictiva es una gran forma de evitarnos dolores de cabeza. Y aunque está en un estadío temprano, es aplicable en muchos procesos de la medicina reproductiva.
Lo que pasa en Córdoba
Por ejemplo, gracias a aplicaciones hoy en uso en el mundo con ejemplos en Córdoba, se puede mejorar la selección de embriones para mejorar las tasas de implantación, se puede predecir incluso el éxito de la implantación; detectar anomalías cromosómicas y hasta evaluar la calidad de ovocitos para mujeres que quieren hacer tratamientos, que quieren congelar óvulos para postergar la maternidad o que quieren donar.
Y no solo eso, hay desarrollos que usa íntegramente la IA para lograr una aplicación que consiga optimizar los protocolos de cultivo de los embriones lo que podría elevar la tasa de embarazo por tratamientos de reproducción asistida de un 30 a un 60 ó 70%.
Esto quiere decir, que si una persona antes necesitaba tres tratamientos para lograr un embarazo, con esta tecnología podría solo requerir de uno.
Sabemos que no es exacto, porque hay factores que exceden la calidad de los embriones para conseguir un embarazo, pero las cifras y porcentajes son más que alentadores.
Estos desarrollos que parecerían producto de laboratorios sofisticados de primer mundo se están desarrollando en Córdoba. Y en el caso de la optimización de los protocolos de cultivo de embriones, más precisamente en las instalaciones de la Facultad de Ciencias Químicas.
Allí, un grupo de investigadores trabajan desde hace seis años en lo que podría significar un avance grandioso para la medicina reproductiva. El trabajo que los congrega decantó en la empresa Embrioxite y desde allí parten de una premisa base: de los 50 millones de embriones producidos mediante técnicas de fertilización in vitro cada año, aproximadamente el 70% falla en implantarse debido a que las técnicas de selección actuales son subjetivas, no parametrizables y carecen de precisión.
Iván Anduaga Marchetti es embriólogo, y luego de 19 años liderando un laboratorio en una reconocida clínica de medicina reproductiva, se embarcó en el camino para solucionar, o al menos reducir, ese 70% de falla de implantación por medio de esta empresa.
Desde 2018 se unió a la doctora en Ciencias Químicas, investigadora del Conicet y docente Marisa Martinelli, y a Biotecnólogo e investigador Elmer Fernández para dar los primeros pasos.
Lo que empezó casi como un juego, se transformó en un proyecto con una potencialidad enorme: “Estamos desarrollando una plataforma tecnológica basada en Inteligencia Artificial, capaz de analizar datos clínicos del paciente, información metabolómica del embrión, perfiles genéticos e imágenes morfocinéticas del desarrollo embrionario. Esto nos permitirá predecir con mucha más precisión las potencialidades de cada embrión, mejorando las chances de implantación”, explica Iván.
El juego se volvió startup que ya ha ganado premios, cuenta con la confianza de grandes capitales inversores, un organigrama de trabajo que reúne consejeros, directores y presidentes, y que además, en marzo del 2025 comienza a entregar sus herramientas para que sean utilizadas por las clínicas de reproducción Argentina y el mundo.
“Queríamos analizar embriones de forma no invasiva para acelerar los procesos de reproducción asistida. Sin biopsia, lo que representa una gran ventaja. Para eso desarrollamos un test molecular que está basado en el análisis de un montón de moléculas que el embrión produce y consume mientras se está desarrollando en una cápsula de cultivo en un laboratorio. Tomamos una muestra de ese medio de cultivo y lo analizamos con diferentes tecnologías. Obtenemos más de 1000 moléculas y patrones de comportamiento que están relacionados con las posibilidades que tiene ese embrión de generar un embarazo”, relata Iván.
La química aquí se traslada a los pacientes generando diferentes impactos. El primero -e indiscutiblemente más importante- es aumentar las probabilidades de lograr un embarazo. Iván se explaya asegurando: “Hoy en día, el porcentaje de éxito de embarazo por métodos de reproducción asistida a nivel global es de un 30%. Nosotros, con nuestra tecnología, hemos demostrado que podemos llevarlo a un 60, 70%.”
Este número sin dudas repercute sumando además un impacto económico, porque las parejas o personas requerirían menos intentos. Además se reducirían los tiempos de espera y de proceso médico, y fundamentalmente ayudaría a aliviar el impacto emocional que tiene la imposibilidad de lograr hijos o hijas.
“El abordaje de ciencia de datos no es solamente analizar o desarrollar modelos predictivos o clasificatorios, sino que tenemos en cuenta todo el proceso que implica el dato, desde su generación hasta el aporte de información. Es un abordaje completo”, explica Elmer.
Al principio del recorrido, se ingresaban únicamente datos químicos muy específicos pero desde el 2020, cuando iniciaron a jugar en las grandes ligas, empezaron a incorporar datos de los embriólogos de distintas clínicas y además fotos y videos: “Tuvimos que abordar problemas de calidad y anonimidad de los datos para que los modelos fueran entrenados eficientemente y dieran resultados confiables. Además, algunas clínicas ya tienen incubadoras con video, y gracias a ese material estamos desarrollando algoritmos para el monitoreo del crecimiento del embrión”, amplía Elmer.
Marisa Martinelli es un poco el costado más visiblemente emotivo del proyecto. Entre orgullosa, entusiasmada y emocionada explica: “Esto empezó despacito, casi como un juego, viendo qué podíamos hacer con los datos que traía Iván. Y poco a poco vimos que este juego podría convertirse en algo más real y que el aporte que podíamos hacer a la sociedad era realmente muy importante”, sostiene.
Y aunque su línea de investigación química está alejada del espíritu de este desarrollo, resulta fundamental: “Como químicas orgánicas sabemos de la composición de las muestras, entendemos de lípidos, aminoácidos, glúcidos, y detectando y clasificándolos, ayudamos a entrenar estos modelos. Creo que lo que más me entusiasma de este proyecto, es que permite hacernos a nosotros, los químicos, un poco más visibles a la sociedad. Nos ayuda a demostrar que lo que se hace acá adentro también tiene un impacto social y puede ir en pos de una mejora social clara. Y es ciencia de mucha calidad que nace y crece desde Córdoba”.
Y como en toda historia la motivación es un factor determinante del progreso, no podemos dejar de mencionar que la ciencia y el emprendedurismo encontraron en Embrioxite un gran catalizador: “Por más de 19 años trabajé en el laboratorio con embriones, sabiendo que un 50% de los pacientes que asistían una y otra vez para lograr tener hijos, no iban a conseguirlo. Saber que podemos ayudar a mejorar ese índice significativamente es sin dudas, lo que más me motiva”, cierra Iván.