Jorge Lanata murió a los 64 años y será recordado por ser sinónimo de periodismo de innovación. En los diferentes momentos de su trayectoria tuvo adeptos y detractores, pero un punto en común: ser un comunicador disruptivo.
Desde niño mostró su vocación por el periodismo, pero fue en Página 12 donde marcó un antes y un después en el oficio. “En Página/12 copiamos el estilo coloquial de títulos de Liberation, pero le dimos una vuelta, que es la del sentido del humor”, contó en 2013 durante una entrevista a Rolling Stone.
En 1987, con 26 años, fue fundador de ese diario. Página terminó de materializar a nivel masivo los únicos intentos de periodismo gonzo que se habían dado a principios de los 80 en nuestro país con El Porteño y Cerdos y Peces. Gabriel Levinas, fundador de El Porteño, justamente terminó trabajando con él en su último programa (Lanata sin Filtro) y pasó la última Navidad con Jorge.
Lanata, el disruptivo
Fue el primero en fumar en un programa político de televisión y descontracturar ese estilo que, hasta su llegada, era algo anquilosado y sumamente formal. El único antecedente fue La Noticia Rebelde, pero no fue un programa dedicado totalmente al periodismo político.
En plena década del 90 Lanata se permitió decir malas palabras o refutar con gracia a políticos en plena entrevista. Todo sin perder la rigurosidad periodística. Sus programas fueron como poner una cámara de televisión en una redacción.
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Lanata también fue el primero en dirigirse al receptor como un cómplice, en hablar enojado a una cámara o en dirigirse a un político a través de una cámara de manera particular. Algo que es tan usual en casi todos los programas políticos actuales, antes de la llegada de Lanata no se hacía.
“Si analizás mi carrera, lo cómico no es nuevo. El sentido del humor es parte de la inteligencia, es políticamente incorrecto. El poder soporta que le digas chorro pero no que te rías de él. A Menem no le importaba que le dijeras chorro, pero llegabas a decir que no se le paraba y te pegaba un tiro”, explicó a Rolling Stone.
Una anécdota que pinta cómo era de disruptivo la contó en otra nota a esa revista: “Menem cuando tiró un televisor una vez, me contó gente que trabajaba en Olivos, fue por algo que yo hice en Día D que se llamaba el ‘Menemgotchi’ y que salió en la época del Tamagotchi. Hicimos un dibujito que comía y cagaba votos”.
Otra anécdota que define esa capacidad de innovar de Lanata es cuando el ex presidente Carlos Menem lo tildó de amarillista y al otro día Página 12 salió con páginas amarillas y bajo el nombre Amarillo/12 a manera de respuesta.
“Una vez deportivizamos la tapa del diario porque Menem jugaba todo el tiempo a un deporte distinto y, cambiamos el logo, pusimos Pelota/12. Eso lo hizo muchos años después Google”, contó el periodista.
Por último, hay tantos Jorges Lanatas como personas que lo siguieron durante toda su trayectoria. Está el Lanata de las entrevistas profundas en La Luna u Hora 25, está el Lanata crítico de los políticos, está el Lanata amigo de los políticos, está el Lanata de los cruces fuertes, está el Lanata creador de periódicos, está el Lanata escritor, está el Lanata productor, está el Lanata del teatro de revistas, está el Lanata dueño del prime time radial, está el Lanata investigador periodístico, y así ad nauseam. Una sola cosa en común convive en todos: su capacidad por innovar en el oficio del periodismo.