El terreno en el que alguna vez vivió Gustavo Cerati, en el barrio porteño de Coghlan, volvió a estar en el centro de la noticia, esta vez por un hecho macabro: aparecieron restos óseos humanos enterrados en una fosa poco profunda.
El cadáver pertenece a un adolescente de entre 15 y 19 años y presenta evidencias de un intento de descuartizamiento.
El hallazgo fue realizado por obreros de la construcción y, tras el aviso a las autoridades, intervino el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que confirmó detalles estremecedores sobre el cuerpo encontrado.
El joven recibió una puñalada mortal en la cuarta costilla derecha y, ya sin vida, intentaron descuartizarlo utilizando algún tipo de serrucho, aunque no lo lograron por completo. Las marcas en los huesos de brazos y piernas dan cuenta del fallido intento.
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El fiscal Martín López Perrando, a cargo de la causa, recibió este lunes un informe detallado de parte del EAAF, que además permitió precisar la edad estimada de la víctima, inicialmente calculada entre los 20 y 25 años. Según los antropólogos, el desarrollo de las articulaciones revela que se trataba de un adolescente. Medía 1,77 metros y calzaba número 41, según informó Clarín.
Entre las características físicas distintivas del joven, los expertos señalaron que tenía los brazos notablemente más desarrollados que el resto del cuerpo, lo que podría estar relacionado con la práctica de deportes como el remo, o con trabajos físicos intensos.
También tenía un diente desalineado en el maxilar inferior derecho, sin contacto con el superior, y no le habían salido las muelas de juicio.
La fosa donde fue hallado el cadáver tenía apenas 60 centímetros de profundidad, lo que para los investigadores evidencia que fue cavada de forma apurada y sin cuidado. Este descuido facilitó que quedaran enterrados varios objetos que ahora podrían ser clave para identificar al joven.
En total se recuperaron 150 fragmentos óseos y una serie de pertenencias: una suela de zapato, un corbatín azul desgastado, un llavero naranja con una llave, un reloj Casio con calculadora fabricado en Japón en 1982 y, el objeto más llamativo, una moneda de 5 yenes, que inicialmente se creyó un dije con inscripciones extranjeras.
La investigación continúa mientras se intenta identificar a la víctima y determinar en qué contexto y por qué fue asesinado de manera tan brutal.
