La localidad tucumana de Villa Carmela quedó sacudida por una escena insólita y dolorosa. Una familia velaba el cuerpo de un joven al que creían su hijo, cuando de repente el propio muchacho irrumpió en la sala para advertir: “¡Estoy vivo!”. La confusión fue total: mientras algunos vecinos se abrazaban emocionados, otros escapaban aterrados sin poder creer lo que veían.
El episodio comenzó el jueves pasado, cuando un chico murió atropellado por un camión en Alderetes. En la morgue judicial, una mujer reconoció el cuerpo como el de su hijo basándose únicamente en la ropa y algunas características físicas. Con ese testimonio, se autorizó la entrega del cadáver sin peritajes de ADN ni huellas. Así, el viernes la familia organizó el funeral en su casa.
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La escena cambió radicalmente cuando el supuesto fallecido entró por la puerta. Explicó que había pasado varios días en Alderetes, consumiendo drogas, y que desconocía por completo la situación de su familia. La conmoción fue tal que su madre lo abrazó llorando mientras otros no podían asimilar lo ocurrido.

La Justicia confirmó luego que el verdadero fallecido era Enrique Acosta, de 28 años, que había sido denunciado como desaparecido días antes. Su hermano relató que en la comisaría le mostraron fotos de la víctima y lo reconoció de inmediato, pero que en la morgue primero le enseñaron otro cadáver por error. “Está todo mal desde un comienzo hasta el fin. Esto no puede quedar así”, reclamó con indignación en diálogo con La Gaceta.
En el caso tomó intervención el fiscal Carlos Sale que constató la irregularidad en la que incurrieron los empleados de la morgue judicial. Por esa situación iniciaron una investigación para esclarecer lo sucedido.