Un increíble episodio conmocionó a la localidad tucumana de Villa Carmela, donde un joven de 22 años irrumpió en su propio velorio al grito de “¡Estoy vivo!”. La escena generó confusión total entre familiares, vecinos y amigos, que hasta ese momento despedían al que creían era su ser querido.
Todo había comenzado el jueves pasado, cuando un chico murió al ser atropellado por un camión en la zona del Puente Negro, en Alderetes. El cuerpo fue trasladado a la Morgue Judicial y, al día siguiente, una mujer de Villa Carmela lo reconoció como su hijo basándose en la ropa y algunas características físicas. Con ese testimonio, la Justicia autorizó la entrega del cuerpo sin realizar estudios de ADN ni huellas dactilares.
Con el supuesto fallecido ya en el cajón, la familia organizó el funeral en su vivienda. Fue allí cuando, en medio de la ceremonia, el joven apareció en la puerta de la casa y gritó que estaba vivo. La emoción y el desconcierto fueron inmediatos: la madre lo abrazó llorando, algunos vecinos escaparon asustados y otros no podían creer lo que veían.
El protagonista contó que había pasado varios días consumiendo drogas en Alderetes, a unos 23 kilómetros de su casa, y que no sabía nada de lo que ocurría con su familia.
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“Fue un milagro y una pesadilla”, resumió la familia, que vive un shock entre el alivio por recuperar a su hijo y la angustia de no saber quién es la persona fallecida.
El caso reabrió el debate sobre los controles de identificación en la Justicia tucumana y expuso la vulnerabilidad de muchas familias que conviven con la problemática de las adicciones.