Los fanáticos que frecuentan los clásicos de sus bandas favoritas, conocen detalles que al resto de los amantes del tunga tunga se les pasan. Amiel, hijo de Sandro Gómez, no solo conoció los bailes de Trulalá por dentro, sino que se crio en ellos.
Amiel, quien también es cantante, visitó Así tocaba Leonor y contó cómo eran los bailes de Trulalá cuándo su papá era parte de la banda. Además, recordó al “traficante de escabio más grande del cuarteto”.
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Corrían los años 90 y los bailes de la universidad del cuarteto eran imperdibles, hasta contaban con su propia ”barra brava”. Uno de los amigos de Amiel, trabajaba con repuestos de autos y conocía bien como funcionaban los estéreos de música.
“Cómo se robaban mucho, sacaban los estéreos y te bajas como con una valijita al baile. Y te dejaban pasar”, recordó entre risas. Luego confesó que un grupo de trulaleros usaban las carcasas de los estéreos para entrar bolsitas de bebidas alcohólicas.
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Una vez dentro, vendían las bolsitas de Cubana y hacían su negocio. Los bailarines solo compraban la gaseosa y abarataban la noche.
Lo que empezó como una modalidad entre conocidos se expandió entre todos los fanáticos y la policía no tardó en darse cuenta y les prohibió el acceso al baile.
Pero la falta de aguante de estos bailarines se hizo sentir dentro en los espectáculos y fue el mismísimo Manolito Cánovas que tuvo que intervenir para que pudieran volver.
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