En el último ensayo de La Barra, la emoción estuvo a flor de piel. Javier La Pepa Brizuela conversó con Cuarteteando y abrió su corazón al repasar lo que representa este momento tan importante en la historia del cuarteto.
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“La tristeza va a estar siempre, pero ya habrá tiempo para llorar. Ahora toca llorar de lo que logramos, de hasta dónde llegamos, y creo que llegamos muy lejos”, confesó el cantante.
Entre los recuerdos que más atesora, mencionó lo que va a extrañar: “La convivencia de los viajes con el Oso, con Carlos… Siempre me acuerdo de los primeros viajes a San Juan o Mendoza que nos volvíamos sin tocar porque no metíamos gente. También nos pasó en Córdoba. Y después todo se dio vuelta. Logramos cosas importantísimas para la música nuestra, que es el cuarteto, para el orgullo de cada uno”.
Para la Pepa, la banda es mucho más que un grupo: “La Barra es hija mía, de Carlos, de Adrián. Yo la comparo con los hijos cuando vuelan y se van a ser libres. Ahora a La Barra la dejamos libre. Hemos sufrido, tuvimos muchos subibajas, pero lo importante fue siempre revertir".
El cuartetero también recordó los comienzos difíciles: “No teníamos baile ni viernes ni sábados. Nos daban solo los domingos en Tribuna. Tenía dos espacios, uno chico y uno grande. Empezamos con el chico con 100 personas, ya éramos un grupo consagrado y sin embargo pasamos por eso”.
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Entre las anécdotas más emotivas, compartió un recuerdo junto a su madre: “Fue la última vez que mi vieja subió a un escenario, conmigo. No estaba planeado, se cansó de estar abajo y quiso ver a la gente desde arriba. Justo estábamos con esos temas y la hice subir. A donde voy me dicen: ‘Loco, el video con tu vieja lo veo siempre’”.
Con emoción, risas y recuerdos, La Barra se despide dejando un legado imborrable en el corazón del cuarteto.