Nació en la localidad de Pilar, a 52 kilómetros de Córdoba, el 26 de enero de 1948. Hijo de padres italianos: Don José y Doña Vicenta. A los 12 años dio sus primeros pasos por el canto, dando serenatas por el pueblo con un grupo de amigos.
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Victoriano Puglie, un músico conocido de Laguna Larga, lo descubre y lo incorpora a su orquesta por dos años. Integró otros grupos como Los Bohemios, El Cuarteto Amor y Don Chicho (donde ingresa en reemplazo de Carlitos Rolán).
En 1970 debuta en el legendario Cuarteto Berna, donde reemplaza a Carlitos Jiménez. Con más de seis discos de oro, el grupo pasaba por su mejor momento, siendo uno de los famosos “cuatro grandes” que dominaban la escena cuartetera de la década.
En 1976 debuta como solista en el Club Villa Azalais, cumpliendo su gran sueño de recorrer el país llevando su música como “el triunfador” y grabar más de 60 discos.
Padre de cuatro varones, José Ariel, Maximiliano, Flavio y Lucas, todos continuaron por el camino de la música y hoy se desempeñan en distintas bandas de cuarteto (Dale Q'Va, Sabroso, Los Ferrari). Su nieto,Braian Zaurrini, tambien sigue su legado (Dale Q'Va).
En 1976 debuta como solista en el Club Villa Azalais, cumpliendo su gran sueño de recorrer el país llevando su música como “el triunfador” y grabar más de 60 discos.
Afectado por una diabetes, en 2012 sufrió la amputación de su pierna izquierda. Al poco tiempo, volvió a los escenarios.
El 16 de julio de 2018, a los 70 años de edad, dejó este mundo a causa de un paro cardíaco. Casualmente, comparte aniversario de partida con Berna Bebilacqua, el "Pibe de Oro", su colega y compañero en los inicios. Unos días antes de dejar este mundo, el 9 de julio, dio su último show en Guiñazú.
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La herrería, su otra gran pasión
A fines de los 80, después del éxito con el Cuarteto Berna (uno de los cuatro grandes del cuarteto) y con casi 15 años como solista, cansado de los problemas "que trae la noche", de renegar con los músicos y sumado a sus problemas de salud, el cuartetero decidió dar un paso al costado.
El oficio de la herrería lo aprendió desde chico en su Pilar natal. A pesar de haberse dedicado desde los 12 años a la música, siempre lo acompañó como un pasatiempo que también le enseñó a sus hijos.
"Él siempre fue una persona muy humilde, abajo y arriba del escenario. Tenía un plus, la gente siempre lo quiso", recordó Maximiliano Ferrari, a Cuarteteando.
Pero esta pausa en la música no lo alejó demasiado del ambiente del cuarteto. Con su nuevo oficio, hizo trabajos para el Negro Videla, Sebastián, Juan Bautista y otros artistas. "Era un gran herrero el gordo, un capo, me hizo las rejas de una casa que tenía en Carlos Paz, andaba con un Jeep donde cargaba todo", recordó Videla en una nota con Cuarteteando en 2020.
"Yo le decía, cómo vas a dejar la música, si podés hacer las dos cosas, son esas cosas que por ahí nos pasan a los artistas, que te decepciona algo y te tirás abajo", reflexionó.
Un día, Jean Carlos lo invita a cantar junto a Carlitos Rolán "Al mambo lo tengo yo", una canción que reivindica la intromisión de los ritmos caribeños en el cuarteto característico. Esta eterna disputa de los pioneros del tunga tunga con los hacedores de subgéneros más modernos volvió a poner a Ferrari frente a un micrófono, y ya no pudo negarse a volver.
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Con este regreso parcial, a fines de los noventa, una discográfica cordobesa lo tienta a grabar un disco que se terminó convirtiendo en disco de oro en menos de un mes. Sus hijos, que estaban diseminados en distintas bandas de gran éxito, aceptaron la repatriación: "Yo estaba con Sebastián, otro con Chébere y decidimos armar el cuarteto nuevamente con mi viejo y salir al ruedo como 'Ariel Ferrari y el clan', fue un boom", recuerda Maximiliano.
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Así fue como el Triunfador volvió a lo grande al mundo artístico. "Desde los 12 años que cantaba, tener que dejarlo no fue fácil, pero ese amor por la música nunca lo abandonó, era su cable a tierra y eso fue lo que lo mantuvo", concluye Maxi.
Una pasión que lo llevó a lo más alto, pero de la que no tuvo problemas en correrse para seguir manteniendo su esencia. La de ser "un tipazo", como lo describen todos cuando se pronuncia su nombre.