Jesús Chamo Ramírez es uno de los más de 2.500 venezolanos que viven en Córdoba. Llegó a nuestra ciudad hace dos años y medio con una oportunidad concreta: lo fueron a buscar al Subte de Caracas, donde trabajaba, para venir a cantar cuarteto. Allá hacía bachata y merengue y tenía un proyecto solista a punto de lanzarse, pero eligió probar suerte en el país del sur. Comenzó en La Fiesta tras la salida del Loco Amato y este año pasó a ser una de las voces de La Banda de Carlitos.
"Ni yo sé cómo estoy aquí, pero acá estoy, que es lo importante", dice con una sonrisa. Pero abandonar todo no le fue gratuito: allá quedaron sus dos hijos (el varón en México y la nena en Venezuela), el resto de su familia y las costumbres venezolanas. Por eso, el cantante encontró una forma de sentirse un poco más cerca, jugando al béisbol, el deporte más popular en Venezuela.
Los domingos por la mañana se junta con un grupo de extranjeros en un club a recordar sus raíces. "Es la única manera de levantarme temprano, este deporte me encanta", afirma. Imagínense lo que le gusta, que este fin de semana llegó del baile en Margarita, durmió media hora y se fue a la cancha. "Estaba reventado, pero las ganas de jugar eran más, me levanté y me fui para el juego", recalcó.
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Y el beisbol para él no es solo un juego. Es una excusa para hablar con su gente sobre la situación de su país y compartir con otros compatriotas que viven una realidad similar, alejados de su tierra.
Su única familia en Córdoba es su novia y juntos tienen un emprendimiento digital. Espera poder reencontrarse dentro de poco con su mamá y sus hijos, con quienes habla por teléfono todos los días. Mientras tanto, Chamo, o Jesús, encontró la manera de construir su propio espacio venezolano en la Docta.