Las fotografías cuentan historias. Tienen el objetivo de resguardar una parte del presente, para que no quede en el olvido cuando ya sea pasado. Pero en este caso, la foto de Franco Pirro, güiro de La Barra, tiene algo en especial: pasado y presente se unen para contar un sueño cumplido.
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Desde chico, Franco siempre tuvo muy claro lo que quería para su vida. Nació en Inriville, a casi 300 kilómetros de la capital cordobesa, pero muy cerca de la cultura popular y el cuarteto. Las bandas llegaban a su pueblo y para él era como un juego. Le fascinaba ir a ver como llegaba el colectivo con los músicos y los instrumentos. Ver como los asistentes bajaban los equipos y armaban el escenario. "Soñaba con esto, pero sabía que tan lejos de la Capital era muy difícil", cuenta.
La Mona Jiménez, Trulalá, Chébere, Santamarina y La Barra eran sus preferidas. Lloraba para que lo llevaran. Su mamá siempre le cuenta que a veces se dormía en brazos en la mitad del baile, y aún así seguía moviéndose al ritmo de la música.
A los 16 años empezó a pisar él mismo esos escenarios. Con amigos del pueblo, formó varias bandas: Los Fedders, La Meta, Hagan palmas, le permitieron hacer sus primeros pasos. En ritmo de cumbia y de cuarteto, tocaban en fiestas privadas, carnavales y boliches.
Se probó en varias bandas pero nunca tuvo suerte, hasta que llegó alguien fundamental en su carrera. La familia Oliva, propietaria de los estudios Pira, lo ayudó a acercarse a lo que más quería. "Sergio y Mariano me hicieron entrar en el ambiente y de ellos aprendí muchas cosas, pero sobre todo me enseñaron valores", explica. "Tranqui, que viene lo bueno para vos y va a llegar pronto", le dijeron, y tenían razón.
Y un día llegó el llamado que siempre esperó: un mensaje de Carlos De Piano preguntándole si se quería probar en La Barra. Saltó de la cama y lo primero que hizo fue ir a contarle a su mamá.
El 6 de octubre de 2016 tuvo su primer show en Cuba Inc, y a casi dos años de su debut, todavía se siente como en un sueño. "Mis compañeros, músicos y asistentes, son increíbles, sanos y por sobre todo grandes personas, gracias a la Pepa y Carlos cumplí el sueño y siempre me trataron muy bien y cumplieron con todo", cuenta, a esta altura, ya muy emocionado. También aprovecha para saludar a su familia, su mujer y a su compañero Alejandro Dempke, "sin ellos no estaría acá", insiste.
Hoy gracias a su esfuerzo puede sacarse otra vez esa foto. Porque aquel ídolo que miraba desde el público con admiración hoy es su amigo y compañero de trabajo.