*Por Dahyana Terradas.
El 19 de mayo le escribí a Eduardo Gelfo para mostrarle algo. Estaba revisando los archivos de El Doce y encontré una nota en la que salía su papá, Miguel Gelfo, en 1975 promocionando el "primer festival de los cuartetos" junto a otras figuras de primera línea. Lo primero que me nació fue que él lo viera.
"Hola Dahyanita, tengo una novedad para ti que te morís", me dijo cuando le escribí. Eduardo era mi "consejero" en este mundo del cuarteto. Nos conocimos hace dos años cuando lo llamé para enviarle un presente y tuvimos una simpática charla por teléfono de más de una hora, en la que hubo lágrimas y algunos simpáticos reproches, pero sobre todo, muchas risas. Era la segunda vez que hablábamos y allí comenzó una linda amistad que se consagró cuando hicimos un informe juntos para el Día del cuarteto siguiente.
Le pedí que me contara, pero me dijo que no era el momento. "Tengo un problemita, anoche me tuve que internar porque el hígado no me responde a la cantidad de morfina que tomo, se me aflojaron las piernas, me ca... todo"
Me dejó helada, sabía de su enfermedad y cada tanto hablábamos, pero escucharlo hablar de su dolor y no poder ir a visitarlo por ser paciente de riesgo en la pandemia me daba un poco de impotencia. "Dejalo al archivo, y yo dejo lo otro para vos, te vas a poner muy contenta, como yo me voy a poner muy contento de ver lo que me querés mostrar", me dijo. Me dejó intrigada, pero respeté su pedido y ni siquiera le terminé de contar de qué se trataba el archivo.
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"No te olvides que vos estás diez puntos y yo estoy dos puntos", siguió. "Ya nos veremos y nos pondremos contentos, haremos un brindis con agua". Ahí tomé conciencia real de que la estaba pasando mal. Edu era un famoso tomador de fernet y compartimos algún que otro vinito juntos. Que me proponga brindar con agua era señal de que estaba realmente asustado. Me prometió pelearla hasta el final y un abrazo que lo describió tan fuerte que sentí que nos lo habíamos dado.
A los pocos días me entero que la jueza federal Silvina Bracamonte había ordenado restituir la marca "Cuarteto Leo" a Eduardo, sucesor del histórico grupo de cuarteto que mantenía una disputa judicial con un ex cantante del conjunto que había patentado el nombre y no se lo dejaba usar.
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Me alegré mucho por él, era algo por lo que había luchado varios años y le dolía en el alma. El nombre de la primera banda de cuarteto, fundada por su abuelo Augusto Marzano junto a su mamá Leonor y después llevada a lo más alto por su papá, era lo que lo mantenía vivo. A los 19 años ingresó a la orquesta que nació en su casa y desde el primer día defendió ese orgullo a fuerza de compases y kilómetros recorridos.
Porque el Cuarteto Leo seguía vivo con él. Con nuevos músicos pero con el espíritu intacto, hasta que lo agarró la enfermedad Eduardo hizo sonar el acordeón del tunga tunga característico por los escenarios de todo el país, haciendo mover a cuatro generaciones de bailarines. Incluso estuvo presente en los históricos 13 Luna Parks de Rodrigo.
Este martes su corazón dijo basta y dejó de sufrir. Un corazón que estaba sensible a las emociones fuertes pero que aguantó hasta recibir la noticia que más deseaba. Y se fue en paz, a seguir haciendo sonar la orquesta, en otro lado, pero de nuevo con Leonor, Miguel, Augusto y Carlitos. La familia del cuarteto te dice gracias.