Cualquier persona que se haya ubicado bien adelante en uno de los "bailes grandes" de La Mona Jiménez (aniversarios, cumpleaños o presentaciones en Forja) la puede haber visto. Una señora rubia, de baja estatura, lentes y rostro amable sentada en una silla mirando con una sonrisa al escenario y golpeando con una palma su pierna al ritmo de la música. O quizás no.
Esilda Rufino Jiménez es la madre del cordobés más famoso, pero su perfil bajo hizo que solo sus seguidores más fieles la conozcan. Pero ella siempre está ahí, observando, admirándolo. Como las miles de almas que están detrás suyo.
Con sus 92 años, goza de una lucidez única. Basta con preguntarle sobre la infancia de su hijo para que comience a contar que "era travieso y jueguetón" y que "tuvo una niñez hermosa". Ella lo recuerda todo con lujo de detalles como si lo estuviera viendo en ese momento: "Carlitos vivía arriba de los árboles y él decía que era Tarzán. Pero sus amigos lo cargaban y le decían que más que Tarzán era la mona Chita". La historia de su apodo ha sido contada varias veces por Jiménez, pero la dulzura con la que la cuenta Esilda le agrega una visión maternal distinta: "Venía a casa llorando, 'mamá, me dicen que soy la mona' y yo lo consolaba. Nadie esperó que eso le terminara trayendo tanta suerte, porque mi hijo nació con la suerte de su lado".
"Alegría" y "suerte" son las palabras que más mencionó en los más de 50 minutos que duró la entrevista telefónica con Cuarteteando.
Su historia en esta pandemia es como la de cientos de adultos mayores que hace siete meses no pueden ver a sus familias. Esilda vive en una residencia geriátrica de Córdoba, donde se recupera de una fractura de cadera, otra de codo y una depresión por la muerte de un hijo, un nieto y un hermano en los últimos dos años. Todavía no puede volver a caminar. "Tuve un año terrible, si no fuera por mi hijo y su alegría que me contagia apenas lo veo o lo escucho, sería más difícil", dice.
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Ella se considera la fanática número uno de su hijo. Nunca dejó de escuchar su música y el cariño que le dan sus fanáticos lo siente como propio. "Es muy emocionante que lo quieran tanto, no hay persona que hable conmigo que no me diga que lo quiera y que tuve suerte de tenerlo", expresa.
El apoyo familiar
Su papel como mamá, fue clave para el éxito en la carrera del Mandamás. Cuando muchos padres ven arriesgado que un hijo quiera ser artista, ella y su familia lo apoyaron desde un primer momento.
"Él empezó como todos los niños, jugando. Yo vi que le gustaba tanto la música que lo mandé a Andrada, un profesor de música que vivía en la calle Jujuy, al frente de la Leo. Ahí se hizo amigo de Eduardo (Gelfo). Un día me llamaron por teléfono para que lo escuche, estaba ensayando con la Leo", recuerda un poco emocionada. Ese contacto le sirvió de enlace para que tiempo después ingresara como cantante del Cuarteto Berna.
"Yo nunca voy a ir en contra de mi hijo"
De adolescente, Jiménez alternaba el canto con su trabajo en una zapatería. Pero los faltazos de los sábados después del baile lo obligaron a elegir. "Un día vino a casa y nos preguntó qué queríamos que hiciera: la música o el trabajo. Nosotros le preguntamos: ¿A vos qué te gusta?. 'Cantar', nos respondió. Y bueno, dejá el trabajo y andá a cantar, le dije".
Su mejor herencia
- Esilda, ¿qué creés que sacó tu hijo de vos?
- Las ganas de cantar, yo cuando era joven cantaba, pero en mi casa, como todas las mujeres. Cantaba cuando limpiaba, cuando arreglaba la casa, él me escuchaba y hacía lo mismo. La personalidad la sacó al padre, él era muy musiquero, tucumano y alegre, en casa era todo música, de ahí viene su espíritu alegre. Aunque en lo físico, Carlitos se parece más a mí y a mi mamá.
- ¿Cuál es tu tema favorito, el que más te emociona escuchar de él?
- Me gusta mucho "Oh mami", pero cuando canta "Madre soltera", ese tema me lo adjudico yo, siento que me lo está cantando directamente a mí.
Si bien La Mona se crió junto a su mamá y su papá, ella hace referencia a que nunca pasó por el Registro Civil. "Cuando mi marido viene a Córdoba yo no sabía que era casado, porque no me casé nunca con el padre de mis hijos, no lo sufrí, porque él era un hombre muy bueno, todo el mundo me decía la señora de Jiménez", explica. Pero cuando quedó embarazada de su primer hijo y se enteró de su vida en Tucumán, a su familia no le cayó nada bien. Probablemente de ahí provenga su identificación con la canción de su hijo que reza: "Me aceptaste ignorando 'el qué dirán'”.
- ¿Alguna vez te pesó ser la madre de La Mona?
- Jamás sufrí por ser su mamá. Él es muy positivo, alegre y contagia alegría. Siempre tuve fe en que Dios lo iba a ayudar. Nació con toda la suerte del mundo y uno se acostumbra a la suerte.
- ¿Cómo te llevás con Juana?
- Tengo tres hijos y tuve seis nueras. La mitad de ellas no me quieren mucho, porque yo siempre los tapé. Nunca tuve ningún problema pero ella siempre me tuvo desconfianza porque veía que yo lo cubría. Pero yo no iba a ser la que le vaya con el cuento. Yo nunca voy a ir en contra de mi hijo.
Su motivo para vivir
A pesar de lo difícil que ha sido para ella este 2020, Esilda sueña con llegar al 11 de enero de pie. "Estoy desesperada por volver al baile, esa es mi esperanza. Ojalá que mi hijo pueda festejar sus 70 años sin pandemia y con toda su gente. Ahí estaré en primera fila, mirándolo", se aventura. Y mientras tanto, siente su presencia cada día, en sus compañeras de residencia que le cuentan que llevaban a sus hijas al baile, en la cara de ese enfermero que lo tiene tatuado en varias partes de su cuerpo, y en la de cada uno de sus fanáticos, que espera con la misma ansiedad ese regreso.
"Aunque sea en cuatro patas, voy a estar ahí".
* Por Dahyana Terradas.