Este fin de semana Córdoba perdió a un personaje muy querido de la noche cuartetera. Seguramente quienes hayan asistido a algún baile en Atenas y hayan salido "con hambre" después de tanto tunga tunga lo recuerden.
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Se trata de José Ramón Rodríguez, más conocido en el ambiente como "el choripanero de los artistas". Desde hace 30 años trabajaba con su carro, siempre estacionado en la puerta de los clubes, ofreciendo el tradicional bocado cordobés y dispuesto a mostrar las fotos con los visitantes ilustres de su puesto.
Elea Anestiades, periodista, CM y fotógrafa de distintos artistas, lo recordó con un emotivo texto en Radio Suquía:
"Cómo cada sábado, la esquina del Super Deportivo era un hervidero de vida pasada la medianoche. Cientos de personas se acercaban al gigante con sus ilusiones, sus historias, sus sueños y sus expectativas por el artista en escena esa noche.
Sobre av. Bulnes, testigo presencial del ir y venir acelerado de toda esa juventud desbordante estaba José. Su carro inmaculado como siempre y ese olorcito característico a chorizo a la parrilla que lo inundaba todo.
"Por unos pesos, cualquier bailarín podía comprar un pedacito de cielo cordobés en la forma de un chori"
Ahí lo conocí y así lo recuerdo. La sonrisa generosa, las manos curtidas por el trabajo, sobre el carro que era su vida y su orgullo. Las fotos de los artistas que eran sus clientes, enmarcadas contra la chapa brillante y pulida.
José “El choripanero de los artistas” decía en grandes letras un cartel. Y era hermoso mirar las fotos pegadas con tanto cuidado en el carro y adivinar a los artistas con 10 años menos en las viejas imágenes de cámara con rollo.
José se sentía orgulloso de haberlos alimentado a todos y cada uno de los consagrados, y los que recién arrancaban en el cuarteto. Y tenía su mágico encanto esperar el chori mirando las fotos, tratando de adivinar si había alguna nueva.
Por unos pesos, cualquier bailarín podía comprar un pedacito de cielo cordobés en la forma de un chori servido con amor y respeto por el mismo José.
Durante años, cada fin de semana, en cada lugar donde se viviera la pasión cordobesa allí estaba él: en el Kempes o en Depor siempre lo ibas a encontrar. José siempre estaba ahí, firme, con frío, con lluvia, con viento, con la sonrisa grande, las palabras justas.
No puedo decir que era mi amigo, ni que lo conocía profundamente. Sin embargo hoy lamento su partida, como la de un ser querido. Por su presencia, por su impronta, por su aura de buena persona, por todas las noches que me salvó la cena, por esa foto que nos sacamos una vez, por esas charlas casuales en la previa del baile.
Hoy el cielo tiene un ángel, y Córdoba ha perdido a un ciudadano ilustre".