Carlos Tillard llegó desde Normandía a Córdoba, donde decidió instalarse. Ya en la provincia, compró un terreno que limitaba al sur por calle Santa Rosa, al norte por Av. Japón, al este por Juan B. Justo y al oeste por Monseñor Pablo Cabrera, es decir, una gran parte de lo que después conoceríamos como la urbanización de nuestra ciudad.
El propietario murió en 1915 y su terreno se dividió entre sus 4 hijos: Enrique, Eduardo, Ernesto y Agustina. Esta última, se casó con Alfredo Larrosa –que fue presidente del Banco de Córdoba- y juntos levantaron allí su residencia en 1931.
De Europa a Córdoba
La casa contaba con muebles y objetos decorativos, traídos directamente de Italia y Francia, y una gran colección de obras de arte.
Además, había un lugar para rezar o dar misas familiares, una terraza, pileta interna en un patio de invierno con decoración de la India y calefacción central (algo que no era común en la época).
El ingreso estaba bordeado por cipreses y la puerta principal era de madera maciza y estaba custodiada por dos leones de bronce. En el jardín había una estatua elaborada en mármol de carrara de la Venus de Capua y, en el porsche, una estufa a leña con revestimiento de bronce traída de Florencia.
Otro objeto único era otra estatua de mármol que estaba en el centro del castillo y que rotaba sobre su base. Una escalera conducía a la torre y un piano de cola decoraba la zona central del piso inferior.
Agustina siempre se ocupaba de que todos los centros de mesa de la casa se mantuvieran con flores frescas que recolectaba de su jardín.
Luego de que sus dueños fallecieran, el castillo y el predio fueron vendidos al Club de Caza y Pesca de Córdoba.
En 1973, el predio donde está la casona se vendió a Instituto Atlético Central Córdoba. Hoy allí funcionan los entrenamientos de fútbol, otros deportes y club social.
+ MIRÁ MÁS: WhatsApp dejará de funcionar en algunos celulares desde abril
Por último, existe un proyecto para declarar –a la casona- como patrimonio y así poder restaurarla.