Michael, de 17 años, regresó de Florida y su madre Kelli Mulhollen Dumas notó que tenía unos extraños brotes rojos en su piel. Principalmente en los pies. Primero pensaron que eran picaduras de algún insecto.
Pasaron los días y el adolescente notó que las erupciones se extendían por sus piernas y hasta la cintura. Por lo que la familia, oriunda de Memphis, decidió asistir al Centro de Control y Prevención de Enfermedades.
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Allí le confirmaron que se trataba de anquilostomas, que provocaron el síndrome de migración larvaria cutánea. Son una especie de larvas o pequeños gusanos parásitos que afectan a la piel. Estos parásitos se alimentan de sustancias del cuerpo y se contagian por el contacto con tierra o arena contaminada con heces de animales.
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Michael durante sus vacaciones había pasado casi todo el tiempo en la playa. Pero un juego fue particular, y creen que ahí puede haberse infectado: sus amigos lo enterraron hasta el cuello en la arena.
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Pese a que la infección al comienzo solo era en la piel, el tratamiento con cremas no mejoraba y Michael comenzó a sentir dolores en otras partes del cuerpo. Ocurrió porque los anquilostomas son parásitos que pueden afectar el intestino delgado. Si atraviesan la piel y entran al torrente sanguíneo, se dirigen directamente a la zona intestinal.
La situación de Michael se complicó y su madre Kelli, en las redes sociales, pidió iniciar una cadena de oración además de mostrar su preocupación para alertar a otros padres y jóvenes. “Se enterró en la arena por diversión y esto se convirtió en una pesadilla”.
Tanto las autoridades sanitarias de Florida como la familia de Michael recomendaron no caminar descalzos en zonas donde pueda haber contaminación de materia fecal con el suelo. Y el adolescente, en diálogo con The Washington Post aseguró “nunca más volveré a caminar en la playa sin zapatos”.