Danny Groner tiene 32 años, es gerente de la Agencia de fotos Shutterstock y su oficina está en la sede de la compañía que ocupa dos plantas en el Empire State en Manhattan. Trabaja rodeado de tecnología en una típica startup que tiene hamacas, salas de juegos y hasta un estudio de yoga. A pesar de esto, decidió no tener un smartphone y elegió un viejo teléfono celular con tapa, que sólo usa para llamadas y mensajes de texto.
Groner se manifiesta orgulloso de no pertenecer a los dos tercios de los estadounidenses que usan un teléfono inteligente: "Me preocupa que pueda quemarme. Me paso 13 o 14 horas al día frente a una pantalla. Eso es suficiente. No tienen que ser 17 horas". Asevera que no tener este tipo de teléfono lo hace un mejor trabajador, pero admite que "si todo el mundo fuera como yo, no se terminaría ningún trabajo".
Trabajo vs. hogar
La profesora de psicología Holly Parker, de la Universidad de Harvard, señaló que el uso de los teléfonos plegables podría ayudar a la gente a definir la línea entre el trabajo y el hogar. "La gente no tiene por qué elegir entre trabajar también en casa o no hacerlo", explicó y sugirió que las empresas se benefician de una mayor productividad si permiten que los empleados tengan tiempo para recuperarse del trabajo.
También opinó al respecto un abogado y especialista en ética de la tecnología, David Ryan Polgar: "El aumento en el uso de los teléfonos plegables es una reacción a la sensación de que uno está subordinado a los teléfonos inteligentes. La adopción de un teléfono plegable es una declaración audaz de que uno tiene el control".
Sin embargo, otra manera de tener control sería simplemente no tener el smartphone cerca todo el tiempo. "Tanto una persona conocedora de la tecnología que usa un teléfono plegable como una persona que elige conscientemente no tener un teléfono inteligente proyectan poder y libertad. Es símbolo de estatus", consideró el especialista.
Más allá de la polémica, Groner asegura que no se pasará a un teléfono inteligente. "La gente me dice que podría dejarlo en el bolsillo y no encenderlo. Pero no me fío de mí mismo", confesó. "Si lo tuviera, terminaría tan adicto como el resto".