De los números de la balanza a los de la calculadora, de inflar los músculos a ejercitar el cerebro, del gimnasio a los libros. Richard Sandrak, el otrora famoso chico por sus abdominales marcados, a los 25 años dejó la gimnasia intensiva soñando con convertirse en un físico cuántico de la NASA.
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El “niño más fuerte del mundo” a los ocho años levantaba 100 kilos de peso, provocando las imágenes de su cuerpo torneado tantas adhesiones como rechazos. A 17 años de exhibir un físico espectacular empaquetado en un envase chico, el “Pequeño Hércules” luce hoy una figura normal para su edad.
El ucraniano ex fisicoculturista reconoció que se hizo adicto al fitness por decisión propia. Pero debió abandonar la conducta de dormir en el piso, la dieta estricta y el entrenamiento exhaustivo cuando el padre fue a prisión por haber agredido a su madre.
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A comienzos del siglo 21, muchos médicos criticaron que un niño hubiera desarrollado tanto el tejido muscular por las graves consecuencias que podría tener en el futuro. Pero parece que, en este caso, falló el diagnóstico: su estado atlético actual le permite trabajar como doble de acción de películas de Hollywood; y su capacidad intelectual lo facultaría para transformarse en un genio de las matemáticas.