Entre los que diseñaron y construyeron una cancha de fútbol en la ciudad boliviana de San José de Pocitos no había ni un agrimensor ni un especialista en geopolítica. Quizás por ese motivo no tuvieron en cuenta a la frontera cuando instalaron sin querer el primer estadio binacional.
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Otro motivo, más razonable, es que tanto los habitantes de esa localidad boliviana, como sus vecinos del poblado salteño de Salvador Mazza, pasan todo el tiempo de país en país sin tener en cuenta la delimitación geográfica.
Aunque la historia suene increíble, es real. El lugar para practicar el deporte más lindo del mundo ocupaba el suelo de dos naciones: el campo del lado boliviano y las tribunas en Argentina.
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Nadie le dio importancia hasta que algunos medios se enteraron de la situación. Resultado: denuncia pública de intromisión, aceptación del error, rediseño y traslado de los asientos para los hinchas en territorio de Bolivia.
"Nos hemos pasado unos metros del mojón de la frontera, que no significa que nos estemos apropiando del terreno, sino que vivimos en una zona fronteriza, donde, más allá de los límites territoriales y de líneas demarcatorias, está la hermandad de los pueblos", declaró el intendente de Pocitos para justificar la equivocación involuntaria.
La corrección fue hecha para evitar un conflicto con los gobernantes argentinos. Más allá de cualquier polémica, lo cierto que se construyó un lugar para hacer deportes donde antes había un basural. Además, la pelota no tiene nacionalidad.