Mientras todo Chile empezaba a celebrar la epopeya más importante de su historia, en medio de un Estadio Nacional de Santiago que era un verdadero hervidero, un niño con la camiseta del seleccionado trasandino no se pudo contener y dejó los festejos a un lado para cumplir un sueño: sacarse una foto con Messi.
Tímidamente pero con el objetivo bien claro, se acercó al crack argentino, que acababa de perder su tercera final con la celeste y blanca y hacía fuerza para contener las lágrimas, y le pidió permiso para tomarle una selfie.
Lio asintió casi sin inmutarse, el niño lo abrazó inmediatamente a la altura de la cintura y tomó la foto que atesorará por el resto de su vida. Quizá algún día, dentro de muchos años, alguien le recuerde con cierta envidia el haber vivido esa final histórica para Chile desde el campo de juego. Para él quedará como el día que conoció a su ídolo.