Sin quererlo, Pablo Pérez fue el gran protagonista de este superescándalo por la final de la Copa Libertadores. La "astilla de vidrio" que le entró en el ojo izquierdo, durante el ataque al colectivo, generó la suspensión del River-Boca que miraba el mundo entero.
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Al salir del Sanatorio Otamendi, el capitán xeneize se mostró con "mucha bronca, tristeza e impotencia". "Fue muy raro porque estaba toda la gente acumulada en un solo lugar. Fueron tres minutos que no se lo deseo a nadie. Eran estallidos de vidrios constantemente y no fue muy lejos de la entrada al estadio", aseguró.
"Si llegábamos a dar la vuelta en su cancha me matan. Tengo tres hijas, cuando llegué a mi casa la mayor estaba llorando".
Según el mediocampista, fueron atacados "hasta la puerta" del Monumental. "Después nos tiraron piedras a la ambulancia (cuando salió para revisarse en el Otamendi). No es una cosa menor. Estoy muy triste también por la gente de River. Esto no puede pasar más, si me sacan el ojo no me lo paga nadie", expresó.
"¿Qué pasaba si ganabamos? ¿Quién me saca de ahí? Después de lo que pasó, si llegábamos a dar la vuelta en su cancha me matan. Tengo tres hijas, cuando llegué a mi casa la mayor estaba llorando. No puedo jugar al fútbol en una cancha donde sé que puedo llegar a morir", sostuvo Pérez.
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El rosarino de 33 años también apuntó contra la Conmebol: "Es una vergüenza. Yo estaba en el hospital y el partido se estaba por jugar. Me llama el técnico y me dice 'venite que por ahora se juega igual'. Y con el ojo irritado, hinchado, no veía nada... Iba a jugar igual, pero nos estaban obligando. Yo no podía jugar, te lo puedo asegurar".
"No veía nada... Iba a jugar igual, pero nos estaban obligando.
"No lo conozco al médico de la Conmebol porque no me vino a ver nunca, y firmó un papel diciendo que yo estaba en condiciones. No veía nada: tenía que andar cerrando el ojo porque si no me lagrimeaba", afirmó el volante de Boca, quien este martes deberá regresar al sanatorio para un nuevo control.