Córdoba vivió un sábado atípico por la final de la Copa América entre Argentina y Chile. Durante el partido, sólo se veía gente en los bares. Casi nadie en las calles y tampoco autos circulando.
Los nervios se apoderaron de todos con el correr de los minutos. Y con los penales todo se transformó en drama. Los cordobeses se comían las uñas, se paraban, fumaban, no querían ver.
Los vendedores de choripanes esperaban el triunfo de la celeste y blanca para poder hacer la diferencia. Pero al terminar el partido, se lamentaron porque nadie fue a festejar a la esquina de Bulevard San Juan y Vélez Sársfield. Bueno, en realidad, si festejaron algunos chilenos.