Ángel o demonio. El campeón o el asesino. El actor y galán y el femicida. Todas esas descripciones se ajustan a uno de los deportistas más carismáticos y recordados de los años 60 y 70: Carlos Monzón.
Nacido en la periferia de la localidad santafesina de San Javier, en el marco de una familia de muy pocos recursos, de ascendencia indígena mocoví, desde niño debió rebuscársela, casi sin estudios, como lustrabotas o canillita para aportar unos pesos a su hogar.
A los pocos años la familia se mudó y, ya viviendo en Santa Fe capital, Carlos empezó a entrenarse en el club Unión y logró un ascenso vertiginoso en pocos años. Desde el amateurismo pasó a ser profesional y solo 3 años después ya era campeón argentino.
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Un título sudamericano le daría la oportunidad para luchar por la corona de la categoría en 1970, en Italia, ante el local Nino Benvenuti. No la desperdició y se consagró por knock out. A esa le siguieron una serie ininterrumpida de victorias hasta que decidió su retiro.
Cuando viajó a Córdoba en 1973, acompañando a su colega Marcial Franco y junto a su entrenador Amílcar Brusa, fue entrevistado por Gustavo Tobi.
En ese momento sumaba media docena de defensas del título y varios desafíos por delante. Aunque ya esbozaba su idea de abandonar la carrera, finalmente defendió el cetro ocho veces más hasta que colgó los guantes en 1977.
No son pocos los que lo consideran el mejor boxeador argentino de la historia y su reconocimiento mundial es tal que fue incluido en el salón internacional de la fama del ese deporte.
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La vida de “Escopeta”, como también lo llamaban, incluyó el encuentro con figuras del espectáculo internacional y la realeza y también la realización de media docena de películas, entre ellas La Mary, donde compartió cartel con Susana Gimenez con la que inició un mediático romance.
Finalmente, el capítulo más sombrío de su vida tuvo lugar en 1988 cuando mató en Mar del Plata a Alicia Muñiz, su pareja desde hacía siete años y la madre del menor de sus cinco hijos. La tiró del balcón del chalet que alquilaba y luego se tiró encima. El mismo año fue juzgado y condenado a 11 años de prisión por homicidio simple –en ese momento aún no se había sancionado la ley que agrava las penas para las parejas de las víctimas-.
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Después de purgar varios años de encierro en distintos centros penitenciarios se le otorgó la posibilidad de hacer salidas laborales y de tener salidas transitorias los fines de semana.
En uno de esos viajes desde un camping de Cayastá hasta el penal, el 8 de enero de 1995, su auto perdió el control a alta velocidad, volcó y se estrelló cerca de Santa Rosa de Calchines, en Santa Fe. Murió en el acto al igual que un amigo que lo acompañaba.
Se estima que más de 70 mil personas participaron de la despedida final al campeón, que se encuentra enterrado en el cementerio municipal de la ciudad de Santa Fe.
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