Como todos los días, Waldo Abrate llegó a su trabajo cerca de las 5 de la mañana. Alrededor de las 8, el encargado y sus colaboradores tomaron un descanso para desayunar pero uno de los más jóvenes, Tomás Álvarez, lo sorprendió con un pedido.
“Me preguntó si tenía una lapicera para subrayar, se la di sin preguntarle mucho, pero me llamó la atención”, contó Abrate a ElDoce.tv. El joven de 20 años se pasó los 20 minutos que tenía libre leyendo en silencio.
Cuando terminó el recreo, su jefe no pudo contener la curiosidad y le consultó qué acababa de hacer. “Me dijo que estaba estudiando para rendir el curso de suboficial de bombero”. agregó con emoción.
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Con el objetivo de inspirar a otros Abrate compartió la anécdota en su cuenta de Facebook y la historia empezó a resonar el Luque, la localidad de la que ambos son oriundos.
“En el pueblo hay mucho trabajo pero es difícil conseguir a empleados jóvenes, Tomás es al revés que muchos, siempre trabajó y todo el tiempo está dispuesto a dar una mano”, resaltó.
Una vocación que empezó a los 12 años
Tomás se sumó a los cuarteles hace más de una década, cuando tenía apenas 12 años y se inscribió como aspirante menor a bombero voluntario. “Lo hago porque me gusta ayudar, no espero nada a cambio”, contó.
En 2019 terminó el primer nivel y empezó a dar una mano con los incendios. Detalló que desde entonces lo vive con locura: “Me encantan las herramientas y los camiones”.
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Ahora sueña con llegar a suboficial y seguir colaborando con su comunidad. En un futuro, incluso le gustaría ser jefe de sección. Pero también sabe que nadie lo corre y quiere ir de a poco.
“No apunto a conseguir un ascenso ya, primero quisiera sumar más experiencia”, indicó. Y agregó: “Quiero seguir agarrando la lanza, subirme al camión y estar en los incendios, la teoría te da muchos conocimientos pero cuando más aprendes es con la práctica”.
Una cuenta pendiente y el mensaje para los más chicos
Además de rendir el examen correspondiente, Tomás tiene que terminar el secundario para aprobar el segundo nivel. “Dejé cuando estaba en cuarto año, mis viejos siempre me pidieron que termine pero yo era porfiado”, comentó.
“En su momento no lo veía como algo necesario y no quería que mis papás siguieran gastando plata, por eso me fui cuando empecé a trabajar”, dijo. Y admitió: “También quiero terminar para cumplirle el sueño a mi mamá”.
Hoy Tomás le recomienda a los más chicos que no sigan sus pasos y hagan todo lo posible por cumplir con sus estudios a tiempo. “Parece una pavada pero te abre muchas puertas, yo se que algunos quizás no saben qué quieren hacer de grandes, pero lo mejor es que lo terminen igual porque sino aparecen muchas trabas”, cerró.