Alfonso Oliva tenía 32 años cuando le detectaron ELA y su vida cambió para siempre. Esta enfermedad neurodegenerativa progresiva ataca el sistema nervioso central produciendo una parálisis muscular de pronóstico mortal.
Después de años de lucha, este joven murió. “Él sabía que la ley de eutanasia no se iba a poder tratar mientras esté con vida, pero lo hacía por los otros”, aseguró Pecas Soriano, el médico que lo acompañó en estos años de lucha.
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Muerte y debate