Para aquellos que lo desconocen, para ser investigadora de CONICET, una persona debe culminar su carrera de grado (5 años de estudio en la mayoría de los casos), luego realizar un doctorado, que consiste en un trabajo de investigación suficientemente amplio y novedoso, que normalmente lleva entre 4 y 5 años más.
En Argentina, la forma más común de financiar un doctorado es a través de CONICET u otros organismos estatales que brindan el apoyo económico en forma de estipendio (con cobertura de salud, pero sin aportes jubilatorios o aguinaldo). Tener un título de doctorado es un requisito sine qua non para ingresar a la carrera de investigador científico, momento a partir del cual el investigador pasa a tener status de “trabajador”, es decir, recibe un salario (y no un estipendio) y aportes jubilatorios. Ahora bien, cuando una persona finaliza su doctorado, no suele reunir los antecedentes necesarios para ingresar a la carrera de investigador, así que se lo estimula para que solicite otra beca, en este caso de postdoctorado, mediante la cual el candidato recibe estipendio por dos años más con el objetivo de reunir mayor cantidad de antecedentes, en forma de publicaciones científicas y/o patentes. En cada una de estas etapas, un candidato es evaluado por una comisión asesora (constituida por investigadores especializados en el tema) y luego la junta de calificación del CONICET. Nos podemos dar cuenta que, para ser investigadora, una persona debe pasar al menos 7 años como becaria, con un estatus económico muy por debajo de cualquier empleado estatal.
Hasta aquí, lo que está relacionado con salarios o estipendios. En cuanto a los insumos y equipamientos necesarios para las investigaciones, éstos son adquiridos con fondos obtenidos bajo la forma de subsidios.
Una vez más, la situación más frecuente es que estos fondos sean de origen estatal (FONCYT, CONICET, FONTAR, Ministerios de Ciencia y Técnica provinciales, en caso que existan). Para obtener un subsidio, un investigador presenta un proyecto que es evaluado por pares independientes. La competencia es atroz. La burocracia también lo es, pero no es tema que trataremos aquí. Sí vale mencionar que los subsidios tienen una duración de entre 2 a 4 años, en la mayoría de los casos. En un ambiente inflacionario y de devaluaciones permanentes (la mayoría de los insumos y equipamientos son importados, por lo tanto, cotizados en dólares), el poder adquisitivo se pierde rápidamente. Así, el dinero que estaba destinado para llevar adelante el proyecto ya no alcanza, y hay que readaptar los gastos, en detrimento de lo planteado en el proyecto original.
Esta situación, por supuesto, no es exclusiva de la ciencia y la tecnología.
Teniendo un poco más de claridad respecto a cómo funciona el sistema, volvamos a la editorial. No. Ninguna protesta es objetiva. Las editoriales periodísticas tampoco lo son, ni nadie pretende que lo sean. Cada individuo, cada profesional debe usar sus herramientas con responsabilidad, con ética profesional. Así llevamos adelante nuestras investigaciones los científicos, aplicando herramientas para despojarnos, en la medida en que sea posible, de nuestras subjetividades para llegar a un resultado lo más “limpio” posible. Lo que manifestamos en la calle son ideologías, son convicciones. No es nuestra labor profesional. En tanto que el uso de la palabra en una editorial periodística sí lo es. Esa herramienta debe usarse de una manera responsable, sino el profesional podría colaborar (asumimos que involuntariamente, claro) a formar una opinión tendenciosa. Habiendo aclarado que las manifestaciones “no son objetivas”, no, las de los científicos tampoco lo son.
Los datos expuestos en la editorial están pobremente analizados. Argentina cuenta, aproximadamente, con 0.25 investigadores cada 1000 habitantes, mientras que para España este valor es de 0.86, más del triple, con lo cual es esperable (y debatible en otra instancia) que los ingresos al sistema sean menores. Por otro lado, en 2017 España invirtió un 1.2% del PBI en investigación, mientras que para Argentina ese valor fue de 0.6% en el mismo año, valor que sigue en retroceso. Es conocida la crisis económica que está atravesando España desde el año 2010, deliberadamente negada por el autor de la editorial, que ha llevado al país europeo a disminuir la inversión en ciencia en los últimos 9 años.
El plan Argentina Innovadora 2020 establecía, para ciencia, dos objetivos principales: aumentar el porcentaje del PBI destinado a ciencia y tecnología y aumentar el número de investigadores por habitante, hasta llegar a un punto óptimo. Para alcanzar el objetivo, se planteó que por año deberían ingresar 1200 investigadores.
Considerando que, quien aspira a ingresar al sistema nacional de investigación requiere 7 años de formación previa, un profesional que comenzó su formación académica científica en 2012 (aceptando las condiciones precarizadas que implican las becas) al llegar el momento de concursar por un cargo en el sistema científico a través de CONICET, si la posiciones disponibles se ven reducidas, el destino de ese recurso humano altamente capacitado y especializado resulta incierto, teniendo en cuenta que en Argentina, la única opción para desempeñar la profesión como investigador es a través del CONICET o de algún cargo en la universidad como docente. Nuestro país no dispone de espacios que no sean dependencias estatales para el desarrollo de investigaciones científicas, lo que limita el campo de inserción laboral de quienes se prepararan académicamente para desempeñar esta actividad. Es por esta razón que, si los espacios públicos de la ciencia se reducen, se imposibilita la continuidad laborar de los trabajadores que ejercen esta labor.
Más allá de la frialdad de los números, lo importante es, como sociedad reflexionar preguntándonos ¿Qué rol tiene la ciencia y la tecnología en el desarrollo económico y humano de nuestro país? ¿Es una actividad interesante, pero prescindible? ¿Son la ciencia, la tecnología y la innovación las herramientas necesarias para revertir y combatir la inequidad de nuestra comunidad? Basta analizar el papel de la ciencia e innovación en la Inglaterra de la Revolución Industrial o en la Corea del Sur de la actualidad para darnos cuenta que más que un lujo, la ciencia es el camino.
En virtud de lo expuesto, lamentamos la desinformada editorial publicada por Cadena 3, exponiendo datos a medias que confunden la opinión de oyentes y lectores que esperan encontrar rigurosidad en el tratamiento de la información.
Asamblea CONICET Córdoba