El horror y la desesperación se apoderaron del Complejo de Penha, en la zona norte de Río de Janeiro, luego de que vecinos recuperaran más de 50 cuerpos tras los violentos enfrentamientos entre la Policía Militar y narcotraficantes ocurridos el martes.
Durante la madrugada del miércoles, 56 cadáveres fueron trasladados a la Plaza São Lucas, sobre la avenida José Rucas, luego de ser rescatados del bosque de Vacaria, en la Serra da Misericórdia, epicentro de los choques más sangrientos de la megaoperación policial.
Según informó O Globo, los cadáveres —todos hombres— fueron colocados uno al lado del otro en plena calle por los propios residentes de los complejos de Alemão y Penha, “sin apoyo de las autoridades”.
La recuperación de los cuerpos fue realizada mayormente por mujeres, que buscaban entre los fallecidos a sus parejas, hijos o hermanos. Desde las 3 de la madrugada, camionetas llegaban con nuevos cuerpos y los dejaban en la plaza, donde la fila de fallecidos superó el medio centenar.
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Con este hallazgo, la cifra de víctimas mortales asciende a al menos 120 personas, según confirmaron fuentes citadas por la agencia EFE. De acuerdo con datos oficiales, 60 de ellas serían presuntos miembros del Comando Vermelho, una de las principales facciones del narcotráfico en Brasil, además de cuatro policías.
Sin embargo, aún no está claro si los cuerpos recuperados por los vecinos están incluidos en ese conteo, lo que podría elevar el número real de muertos.

Reacción oficial y caos urbano
El secretario de la Policía Militar, coronel Marcelo de Menezes Nogueira, anunció que se investigará la situación de los cadáveres recogidos por los vecinos y la magnitud real de la tragedia.
El operativo —que involucró a 2.500 agentes y buscaba ejecutar 100 órdenes de arresto contra integrantes del Comando Vermelho— paralizó la zona norte de Río: cientos de líneas de colectivos fueron suspendidas, y decenas de escuelas y centros de salud debieron cerrar.
Este miércoles, la ciudad recuperó la normalidad en el tránsito, pero el impacto del operativo y las imágenes estremecedoras de los cuerpos en la calle dejaron una profunda marca en una de las zonas más pobres y castigadas de Brasil.



