El horrible episodio tuvo lugar en abril de 2013 en Mongolia Interior, China. Una joven de 18 años se enteró que había quedado embarazada, pero no quería convertirse en mamá. Por esta razón, esperó a cumplir las 35 semanas de gestación y se sometió a un aborto.
Lili fue al hospital acompañada de su hermano. Allí pagó los costos del procedimiento y de la tasa de eliminación del feto. Sin embargo, a los tres días se enteró de que su hijo aún seguía vivo. Un policía le confesó que fue salvado por una partera.
La enfermera Liang Xiaohua confesó que escuchó al bebé llorar adentro de una bolsa y no dudó en rescatarlo. De acuerdo a lo que trascendió, se lo vendió a un primo.
En 2014, la mujer fue condenada a dos años luego de que la Justicia considerara que había secuestrado al bebé. Lili solicitó una compensación pero nunca la obtuvo. El caso se cerró en mayo de 2017.