Joaquín "Chapo" Guzmán fue recapturado el 8 de enero en Los Mochis, estado de Sinaloa, y llevado nuevamente al la cárcel del Altiplano, la misma de la que se escapó el 11 de julio del año pasado por un túnel de 1.5 kilómetros de largo.
Sus abogados se quejan porque está incomunicado y porque no les permite entregarle ropa adecuada para el clima. Está claro que las autoridades no quieren darle ni una mínima chance de que vuelva a convertirlos en vegüenza nacional.
Por eso, las medidas de seguridad han sido reforzadas e incluyen hasta perros entrenados especialmente para detectar el olor del Chapo. Los canes se mueven siempre acompañados por un guía humano dentro de la prisión, según contó y mostró el periodista Carlos Loret del diario El Universal. En la cárcel los llaman los perros "huele-Chapo".
Además, se agregaron cámaras de vídeo portátiles y se reforzaron los pisos con mallas de acero, como parte de las medidas de vigilancia para evitar una nueva fuga del capo narco.
Cuando el Chapo se traslada dentro de la prisión, lo hace vigilado por guardias que portan cámaras de vídeo en sus cascos y uno de ellos permanece siempre frente a su celda para grabar los movimientos del narcotraficante.
Otra decisión es cambiar constantemente de celda al prisionero más importante del penal. Por ejemplo, en sus primeras cinco noches, Guzmán fue cambiado de celda siete veces. Puede estar en una celda durante horas o sólo por minutos.
Las medidas de seguridad también se intensificaron en la revisión de las personas que entran al penal, a quienes se controla con un escáner corporal. Se hicieron adaptaciones al sistema de agua que pasa cerca del penal y colocaron nuevamente un detector de movimientos terrestres. Así está el Chapo dentro de la cárcel: