Brasil, con el Gobierno de ultra-derecha de Jair Bolsonaro y un gran peso religioso, es uno de los países del mundo con leyes más duras en contra del aborto. La interrupción del embarazo solo se permite en casos de violación, si hay riesgo de vida o el feto presenta anencefalia.
La Justicia brasileña había autorizado el aborto para una niña de 10 años, que fue abusada sistemáticamente desde que tenía 6 y ahora había quedado embarazada producto de las violaciones de su tío. A pesar de ello, la ministra de Derechos Humanos y pastora evangélica, Damares Alves, había llamado a rezar para que se evite la interrupción del embarazo.
De todas maneras el juez determinó que la cirugía se lleve a cabo de inmediato ya que incluso la niña había manifestado su voluntad de no tener un hijo.
Desesperación
La niña fue trasladada el domingo a un hospital en la ciudad de Vitória, pero debió ser llevada de urgencia a un centro de salud del estado de Pernambuco porque el equipo médico se había negado a realizar el procedimiento. Pese a los contratiempos, finalmente le realizaron el aborto.
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Pero no todo fue en paz: las autoridades intentaron mantener la intervención en secreto, pero una gran cantidad de manifestantes religiosos acudieron al hospital para intentar detener la interrupción del embarazo.
Algunos activistas incluso intentaron irrumpir en las instalaciones médicas, pero la policía logró impedirlo. Medios brasileños informaron que incluso diputados llamaron para intentar frenar el aborto.
Mientras tanto, la policía aún busca al tío violador, un hombre de 33 años, que sometió a la pequeña al horror durante al menos cuatro años y la amenazaba con dañar a su familia si ella contaba lo que ocurría.