Megan Brewer estaba obsesionada con el cuidado de su cuerpo. Cada vez que comía de más, se miraba al espejo y terminaba llorando porque no le gustaba cómo lucía. Comenzó a exigirse en el entrenamiento, iba a la escuela de danza diez horas por día y hasta desarrolló fobia a la comida.
“Solo tomaba nueve tazas de café por día y algunas pastillas de cafeína”, confesó la joven británica de 22 años. Había perdido mucho peso y su cuerpo reflejaba el deterioro físico. Estaba esquelética y a pesar de que intentó ocultarlo, sus padres se dieron cuenta.
Su único objetivo era triunfar como bailarina, pero para ello sentía que debía tener una figura esbelta. Sin embargo, tomó el camino equivocado y cayó en la anorexia. Se enfermó y necesitó pedir ayuda. El sufrimiento por el que atravesó la hacía ver gris y demacrada, sentía que tenía un demonio en su cuerpo.
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Afortunadamente logró recuperarse gracias a un equipo de profesionales que la ayudó a seguir adelante y hoy tiene mucha fuerza para seguir disfrutando de la belleza de la vida. Venció la anorexia y puede contarlo.
"Los trastornos alimenticios no se tratan de peso. Las personas necesitan educarse para poder apoyar a otros. Es una mentalidad y la comida y el peso son sólo un síntoma de cuánto estás controlado por tus voces internas", reflexionó.