Mohamed Bzeek. Ese es el nombre de una de las personas que realizan una de las tareas más dignas y admirables de este planeta. Desde hace más de dos décadas, en Los Ángeles, Estados Unidos, adopta como padre de guarda a niños con enfermedades terminales.
Obviamente, los chicos van a morir y este papá ejemplar lo sabe, pero lo acepta con mucho amor. Su decisión incluye días enteros sin dormir: una de las niñas que adoptó recientemente, de seis años, está postrada, es ciega y sorda y sufre convulsiones por un extraño defecto cerebral.
"Ella tiene sentimientos, tiene un alma. Ella es un ser humano", destacó el hombre sobre una de las nenas bajo su cuidado.
"Sé que no puede oír, ni ver, pero siempre hablo con ella", dijo Bzeek en una entrevista con Los Ángeles Times. "Siempre la sostengo en brazos, juego con ella, la toco. Ella tiene sentimientos, tiene un alma. Ella es un ser humano", explica con sencillez.
"Si alguien nos llama y nos dice: 'Este pequeño debe estar en cuidados hogareños para pacientes terminales', sólo hay un nombre en quien pensamos. Él es el único que los acepta", destacó Melissa Testerman, coordinadora de un programa para buscarle cuidadores a niños enfermos.
El buen ejemplo
En medio de las escandalosas medidas del presidente Trump contra los inmigrantes, Bzeek es un gran ejemplo de humanidad. Llegó a EE. UU. desde Libia en 1978 para estudiar en la Universidad. Al año se casó con Dawn, que desde los años 80 era madre de crianza. La mujer falleció, pero él continuó con la tarea.
La primera muerte
En 1991, Bzeek sufrió la primera muerte de una niña bajo su cuidado. Se trataba de una beba que nació con malformaciones luego de que su madre respire tóxicos. "Me hizo tanto daño su muerte", recordó el hombre, que despidió a la nena de un año con el ataúd rodeado de flores amarillas.
"Sé que están enfermos. Sé que van a morir. Hago mi mejor esfuerzo como ser humano y dejo el resto a Dios", explicó el padre de guarda.
Otra nena sobrevivió ocho días con él. "La clave es que tienes que amarlos como si fueran tuyos. Sé que están enfermos. Sé que van a morir. Hago mi mejor esfuerzo como ser humano y dejo el resto a Dios", explicó.
En carne propia
Bzeek tiene un solo hijo, que nació en 1997 con una enfermedad de fragilidad ósea y enanismo. Al cambiar los pañales podía quebrarle los huesos, pero nunca se enojó por esa condición y siempre lo cuidó con el mismo amor que a los otros nenes. "Así fue como Dios lo creó", sintetizó, dando una lección de vida única en el mundo.