El hundimiento del Titanic es uno de esos hechos históricos que quedaron impregnados en la cultura popular global. La irrupción de la inolvidable película alusiva, protagonizada por Kate Winslet y Leonardo Di Caprio, le dio mayor lugar en el imaginario colectivo, por lo que cualquiera sabe de qué se trató la tragedia.
Precisamente, el 15 de abril se cumplieron 110 años del lamentable suceso en las frías aguas del océano Atlántico que contó con participación cordobesa. El protagonista de esta historia fue Edgar Andrew, y su sobrina nieta Marianne Dick le relató a Télam las andanzas del hermano de su abuela Ethel.
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Habitante de la Estancia El Durazno, ubicada a 25 kilómetros de Río Cuarto, Edgar cumplió con el mandato familiar y viajó a Inglaterra a continuar sus estudios. “Aunque no estaba de acuerdo con la decisión porque era feliz trabajando en el campo, se alineó a la tradición de sus antepasados”, relató Marianne.
Ya instalado en territorio inglés y con adolescentes 17 años, Andrew recibió la invitación al casamiento de su hermano Silvano Alfredo, que vivía del otro lado del “charco”, en Estados Unidos. Además, teniendo en cuenta el descontento de Edgar por haber ido a las islas británicas, le ofreció trabajo en el país norteamericano.
Edgar compró su pasaje en el barco Oceanic para emprender la travesía a fines de abril de 1912, pero una huelga de trabajadores provocó un cambio de buque, por lo que finalmente le asignaron el ticket para el 12. ¿Su nuevo transporte? El Titanic.
Lamentablemente para el adolescente, debido al adelantamiento en su partida, tuvo que suspender un encuentro con una amiga que viajaba a Inglaterra. “Figúrese Josey que me embarco en el vapor más grande del mundo, pero no me encuentro nada de orgulloso, pues en estos momentos desearía que el Titanic estuviera sumergido en el fondo del océano”, le escribió a la joven, en una especie de escalofriante premonición.
La enorme mole partió el 12 de abril desde Southampton pero jamás llegó a Nueva York ya que impactó con un iceberg. Más de 1500 personas perdieron la vida y Edgar fue uno de los que encontró su destino en el helado océano Atlántico.
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“Esta historia quedó mucho tiempo guardada, solamente la supo la familia, hasta que después al Titanic lo encuentran en 1985. Después sucede una expedición atrás de la otra y en el 2000, a bordo de un barco ruso, baja David Concannon”, recordó Marianne Dick.
El abogado norteamericano encontró una valija en muy buen estado y la envió a un instituto de conservación, sin saber de quién era el contenido. En el año 2000, la maleta llegó a una exposición en La Rural, a la que asistieron el hermano y una prima de Dick. Allí se enteraron que los objetos eran propiedad de Edgar.
"Es increíble cómo se conservó todo: hasta había una carta de la madre. Había postales de Río Cuarto, toallas con su monograma que le había bordado mi abuela, zapatos, pantuflas, un sombrero, tintero. En total, 51 objetos", detalló la sobrina nieta del protagonista.
El tiempo llevó a que Enrique, hermano de Marianne, publicara el libro Una valija del Titanic, en el que se relata el hallazgo de la maleta de su antepasado.
El interés de una docente de inglés del sur cordobés, Analía Gozzarino, llevó a que se elaborara un museo virtual de Edgar Andrew, el cordobés y único argentino que murió en la tragedia del Titanic.