El presidente de Estados Unidos aterrizó este martes en Israel, en una misión de tan sólo 28 horas, con el objetivo de estrechar las relaciones con su principal aliado regional. Trump ha elogiado al país como "nación próspera, fuerte y determinada" reivindicando "los inquebrantables lazos" entre los dos países.
En medio de un impresionante operativo de seguridad, que incluyó decenas de agentes, cierre de comercios y francotiradores, Trump se dirigió a la ciudad vieja de Jerusalén y visitó el Santo Sepulcro. Luego llegó al Muro de los Lamentos, adonde se colocó una kipa negra sobre su cabeza, parte de la vestimenta religiosa judía.
Un rabino encargado del lugar lo acompañó hasta las milenarias piedras y allí, como indica la tradición, colocó un pequeño papel con un deseo.
Lo acompañaron su esposa, Melania, y una de sus hijas y yerno. De acuerdo a información que dejaron trascender desde su entorno, para su asesor y yerno judío, Jared Kushner y su hija Ivanka, convertida al judaísmo, visitar el Muro era algo muy especial y esperado.
El presidente Trump fue recibido con gran efusividad por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y por el presidente Reuven Rivlin. "Vuestra visita es un símbolo de la indestructible relación entre Israel y EE.UU. Eres un gran amigo de Israel y del pueblo judío. El mundo, Oriente Medio e Israel necesitan un EE.UU. fuerte y permítame decirle, EE.UU. necesita un Israel fuerte", afirmó el Rivlin.
La presencia de Trump en el lugar tiene un significado especial ya que se trata de una disputada zona, objeto de discordia en las negociaciones con los palestinos.
En sede presidencial, Trump aprovechó la visita para enviar un claro mensaje a a Teherán: "Irán no puede tener armas nucleares y debe cesar de forma inmediata la mortal financiación del terror y dejar de armar a las milicias terroristas".