“Estaba en la calle cuando comenzó a sacudirse y caerse todo”. Cuenta que la situación fue desesperante, “todos corrían, gritaban y rezaban en su religión”.
Sobrevivió al sismo y estuvo varios días viviendo en un campo de evacuados con miles de personas, sin ayuda, sin agua, ni comida.
Al tercer día pudo ir caminado hasta el aeropuerto y logró subir a un avión y regresar al país.
De todas formas dice que sintió mucha culpa al ver la cantidad de personas que también querían huir de Katmandú y no podían. “Era muy contradictorio porque era un alivio saber que te habías salvado, pero pensabas en la otra gente, porque te acordás de la mirada en el aeropuerto, que a vos te dieron un billete y a los otros no. Y te miraban con una tristeza con una desilusión, le sacas el lugar a otra persona que vuele, la culpa esa uno la tiene”.
Hoy desde Córdoba quiere ayudar y juntar donaciones para mandar a un país devastado por la catástrofe natural y del cual no va a olvidar nunca.