Aquella noche de mayo de 2017, Hannah Corneluis, de 21 años, vivió un verdadero calvario. De nada sirvió su súplica para intentar sobrevivir al ataque aberrante y sangriento de cuatro hombres que la sorprendieron a bordo de su auto en Ciudad del Cabo, Sudáfrica.
Todo se desencadenó cuando los delincuentes la secuestraron junto a su compañero de clase, Cheslin Marsh, para robarle el vehículo. A él lo golpearon brutalmente y lo dejaron abandonado, creyendo que había muerto. A la joven la violaron repetidas veces mientras su amigo estaba tirado inconsciente.
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Durante el juicio, uno de los detenidos reveló qué les dijo Corneluis mientras era salvajemente agredida. En un intento desesperado por sobrevivir, les pidió que no la asesinaran, pero que podían tener relaciones sexuales con ella. Sin embargo, no la escucharon, la metieron en el baúl y la llevaron cerca de un viñedo donde la apuñalaron y le aplastaron la cabeza con una piedra.
Cuando Marsh despertó del brutal golpe que sufrió, comenzó a buscarla y pidió auxilio. Pero ya era demasiado tarde: la encontraron muerta. Una médica indicó que le rompieron el cráneo a la víctima, a pesar de que está hecho de huesos fuertes y es difícil que se rompan o quiebren.