A principios de marzo, cuando recién comenzaba la pandemia, Maggie Flannery de 12 años y sus padres, todos de Nueva York, dieron positivo de coronavirus. Luego de tres semanas se recuperaron, aunque lo de la pequeña solo duro un breve tiempo hasta que sufrió una recaída que la dejó debilitada.
Maggie contó que se sentía como si un elefante estuviera sentado en su pecho por las dificultades respiratorias: “Me costaba trabajo respirar profundamente; tenía náuseas todo el tiempo; estaba inapetente; me mareaba mucho cuando me ponía de pie o incluso cuando estaba recostada”.
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Al principio los médicos pensaron que los síntomas de la menor podrían ser psicológicos, en parte porque no mostraba ningún síntoma de daño cardíaco o pulmonar. "En ese momento no sabían nada sobre el ‘COVID prolongado’", señaló Amy Wilson, la madre de Maggie, quien añadió: "Dijeron que era ansiedad. Yo estaba bastante segura de que no era cierto".
Más tarde, la pediatra Amy DeMattia confirmó ese diagnóstico al analizar la historia clínica de la chica y tras comprobar que sus padres habían dado positivo en la prueba de anticuerpos.
Luego de siete meses de transitar la enfermedad, Maggie sigue experimentado los mencionados síntomas además de fatiga y dificultad para concentrarse. Según informó The New York Times, hay más casos como este alrededor del mundo, como el de Chris Wilhelm, de 19 años.