Perú vive fin de año con un importante conflicto político por la posible destitución de su presidente. El Congreso debate desplazar a Kuczynski del poder por "incapacidad moral permanente", una figura que se le podría aplicar por sus relaciones con la constructora brasilera Odebrecht, que pagó sobornos millonarios a distintos funcionarios a lo largo y ancho de Latinoamérica.
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Si 87 de 130 congresistas votan en su contra, el cargo de presidente quedará vacante, ya que tanto el vicepresidente como el jefe de Gabinete, que continúan la línea de sucesión, renunciarían para apoyarlo. Los analistas peruanos afirman que una continuidad de Kuczynski en el cargo solo puede ser obra de un "milagro".
Su posible sucesor
Luis Galarreta, titular del Congreso, es el señalado como nuevo presidente de Perú tras este proceso. En cuanto a lo político, era crítico con Alberto Fujimori, a quien acusó por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Sin embargo, en la última campaña presidencial apoyó a Keiko Fujimori, hija del condenado ex presidente.
Aún más llamativa que su cambio de rumbo político es su historia personal. Tras nacer en 1971, Galarreta padeció una malformación por calmantes que tomó su madre -y que hoy están prohibidos- y debieron amputarle los brazos hasta los codos.
En su campaña para lograr ser congresista, cuando aún apoyaba a Kuczynski, inclusive remarcó esa situación en los afiches y el slogan fue contundente: "A mí nadie me rompe la mano". "Yo me imagino a Rita, mi madre, tomando una decisión que quizás fue la más dura de su vida: si a su hijo de tres meses le amputaban las manos para que use prótesis en su futuro. A ella le daba pena verme agachado para agarrar los juguetes cuando era chico", relató en una entrevista.