El 20 de abril despegó desde Texas, Estados Unidos, el cohete más grande jamás construido, pero el plan de vuelo falló y poco minutos después explotó. En medio del asombro de los espectadores que estaban siguiendo el suceso en vivo, tanto Elon Musk como su empresa SpaceX intentaron calmar las aguas y comenzaron a hablar de un futuro segundo intento.
Pero lo que no se difundió tanto en aquel momento fue el destino de los restos de la nave espacial. Unos días después se conocieron informes que señalaron que escombros potencialmente peligrosos se esparcieron sobre edificios, playas y hasta habitats de animales en peligro de extinción.
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Por este motivo la FAA, el organismo que administra la aviación en Estados Unidos, resolvió que SpaceX no podrá realizar más lanzamientos hasta tanto concluyan las investigaciones por los “percances” generados.
Los reportes llegan desde la región de Boca Chica, desde donde Starship fue lanzado. Denunciaron la presencia de polvo y escombros que cayeron sobre Port Isabel, ciudad ubicada a casi 10 kilómetros de la plataforma. También hubo quejas por ventanas rotas en algunos comercios del mismo lugar.
Además cayeron escombros sobre las playas cercanas, en algunas de las cuales habitan tortugas marinas y aves en peligro de extinción.
"La supervisión del vuelo de Starship se basa en que la FAA determina que cualquier sistema, proceso o procedimiento relacionado con el percance no debe afectar la seguridad pública. Esta es una práctica estándar para todas las investigaciones de percances", comunicó el organismo regulador.