Era casi la medianoche del lunes 24 de abril. Raúl Narváez, integrante de la Guardia Civil española, leyó un mensaje que le puso la piel de gallina. “Sufro de bullying. Me quiero suicidar, no puedo más”. El texto, escrito por una adolescente de 18 años, estaba dirigido a la institución Unión de Suboficiales de Madrid.
Como community manager de la cuenta reaccionó de manera inmediata y desde su cuenta personal le respondió lo más concreto que pudo en ese momento esperando una respuesta:
El mensaje funcionó. La joven comenzó a contarle por mensaje directo de Twitter lo que la angustiaba tanto como para pensar en quitarse la vida.
Raúl Narváez, además de formar parte de la Unión de Suboficiales y ser agente de la Guardia Civil, es psicólogo. Quizás por eso supo manejar la situación.
En declaraciones al portal , Narváez contó que su primera reacción fue stalkear la cuenta para comprobar que no se trataba de una broma. Fue allí cuando se dio cuenta que en su perfil había otros indicios de que realmente se encontraba en problemas.
A partir de ese momento los mensajes fueron y vinieron sin descanso. “A las tres de la mañana, conseguí calmarla”, relató Narváez. La promesa era para el día siguiente.
La realidad era peor de lo que su entorno conocía. La orientadora del instituto al que asistía sabía que tenía conflictos en la escuela y en la familia pero nunca estuvo al tanto del bullying que sufría.
De manera inmediata se activaron los mecanismos previstos para estos casos y se involucró a la familia. Ahora hay una investigación interna para determinar quiénes fueron los acosadores.
Cuando uno observa las capturas de pantallas con lo que recibía diariamente esta joven, comprende porqué para ella era un verdadero infierno. Palabras como “idiota”, “puta” o frases como “suicídate y seremos felices” formaban parte de los diálogos en los grupos del colegio.
El mayor problema de la joven era que su familia no estaba al tanto de lo que le pasaba. Sentía vergüenza, no encontraba la forma de contarlo y por eso mostraba todo el tiempo una máscara. Sin embargo, había señales que evidenciaban su estado. Tenía marcas en el cuerpo de autolesiones, principalmente en los brazos.
Su desesperación fue tal que decidió abrir una cuenta de Twitter para pedir ayuda. En este caso, la tecnología la acercó precisamente a la persona que podía ayudarla. Esta adolescente estaba buscando ayuda a los gritos.
Como siempre recomiendan los especialistas, la comunicación es la clave para cualquier problema, mucho más si se trata de adolescentes.