En medio de la pobreza y la miseria, mujeres y niños buscan métodos diferentes de supervivencia. Cuando la necesidad por un plato de comida se vuelve constante, sólo les resta ofrecerse para tener relaciones sexuales. El sexo se volvió el modo más frecuente a cambio de un poco de pan o un euro.
República Centroafricana, el lugar que en noviembre visitó el Papa Francisco, es uno de los lugares más pobres del planeta. Denuncian abusos y violaciones por cascos azules de la ONU como uno de los hechos más comunes.
Militares del Congo, Marruecos, Bangladesh, Senegal, entre tantas otras nacionalidades, son acusados por el último caso revelado que tiene de protagonistas a cuatro niños que sufrieron abusos cometidos por estos soldados.
Algunos testimonios aseguran que niñas “corren detrás de los coches de los cascos azules” por las noches porque saben que “a cambio de sexo les darán sardinas”. Los campamentos no están cerrados y según fuentes de la ONU, en ocasiones son los propios padres los que los empujan a prostituirse: “Recientemente una madre quería que su hija de 14 años trajera comida. La pequeña se negó, por lo que le pegaron y la echaron de la casa”.