Antes que Vladimir Putin a través de su vocero planteara a modo de advertencia el amenazante “no les conviene hacerlo”, voces en el Pentágono, la Casa Blanca y en los pasillos del Parlamento Europeo y de otros edificios comunitarios en Bruselas, aclaraban que no estaba en los planes de la OTAN y de la UE enviar tropas a Ucrania.
Pero lo dicho, dicho estaba y la voz de Emmanuel Macron seguía retumbando en el viejo continente y, particularmente, en el Kremlin.
Las aclaraciones importan menos que lo planteado, sobre todo si quien lo plantea es nada menos que el presidente de Francia, país que representa el más poderoso músculo militar de la UE desde que se concretó el Brexit.
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Macron no es de esos líderes que se hablan encima, como Berlusconi, Maduro, Bolsonaro o Milei. El mandatario galo suele emitir señales que en la trinchera enemiga será leída como un mensaje con mayor validez que las aclaraciones o retractaciones posteriores.
La insinuación de Emmanuel Macron tienen un peso sísmico. Ante una veintena de gobernantes europeos, el presidente francés habló de la posibilidad de enviar tropas occidentales a Ucrania.
La dimensión de la moción del presidente francés se entiende más claramente junto a la moción que sumó poco más tarde Úrsula Von del Leyen. La presidenta de la Comisión Europea sugirió usar los activos congelados de Rusia para financiar la compra de armas y municiones para Ucrania.
Esa dura propuesta potencia la posibilidad insinuada por Macron. Si bien dijo que “no hay consenso en este momento” para enviar tropas occidentales a Ucrania, añadió que “no se puede descartar ninguna opción” porque la decisión es que “haremos todo lo necesario para que Rusia no pueda ganar esta guerra”.
Ese es el mensaje que lee Putin: Europa decidió que Rusia no debe ganar la guerra que le impuso a Ucrania.
La frase del presidente dejó en claro que entre las potencias europeas ya se está debatiendo la posibilidad de entrar directamente en el conflicto instalando fuerzas militares en el escenario bélico.
Mientras la decisiva ayuda norteamericana sigue trabada en el Congreso por los legisladores republicanos que responden a Donald Trump, el discurso europeo cada vez deja más en claro que de regresar a la Casa Blanca el magnate ultraconservador, Europa tendrá que reinventar su sistema de defensa prescindiendo de la alianza con Estados Unidos. Para Bruselas, Trump es uno de los activos estratégicos con que cuenta Vladimir Putin.
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Lo que están haciendo los republicanos trumpistas en el Congreso es absolutamente funcional al jefe del Kremlin y está inclinando la guerra a favor de Rusia. El ejército invasor tiene a las fuerzas ucranianas contra las cuerdas, por la falta de municiones y armamentos que está debilitando al ejército local, pero Rusia está evidenciando que le falta músculo para dar el golpe de gracia.
De todos modos, la posibilidad de que Ucrania pierda definitivamente el apoyo masivo que recibió de Estados Unidos, pone a Europa ante una decisión dramática: sin el apoyo norteamericano, una de las pocas chances que existen de vencer a Rusia está en enviar tropas europeas a Ucrania. O sea, el tan temido choque directo entre la OTAN y el gigante euroasiático.
Esa potencial confrontación que podría desembocar en una guerra nuclear, rondó como un fantasma en el inicio del conflicto. Si las fuerzas rusas, por ejemplo, atacaban a Polonia, alguno de los países bálticos o cualquier otro miembro de la OTAN, la alianza occidental habría respondido atacando a Rusia, porque se habría activado el artículo 5 del tratado de Atlántico Norte.
Por esa cláusula de la carta fundacional de la OTAN, si cualquier país miembro es atacado por un país no miembro, la alianza atlántica entraría en guerra directa con el atacante.
Con el correr de los meses y el avance de la contraofensiva ucraniana, ese peligro fue perdiendo intensidad, salvo por las reiteradas amenazas que hacían el presidente ruso y el número dos del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvediev, de usar armas atómicas antes que perder la guerra.
En estos meses tan dramáticos para Ucrania porque Putin se refuerza gracias a Trump en el tablero político norteamericano y esto inclina el conflicto a favor de Rusia, a la posibilidad de un choque directo la ha empezado a plantear Europa.
El artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte no dice que ocurriría si ejércitos pertenecientes al pacto atlántico son atacados en un país que no es miembro de la alianza atlántica. Pero la historia en marcha ha demostrado, en Vietnam, Irak y otros escenarios bélicos, que el artículo 5 no cubre esa posibilidad.
Lo que está sugiriendo Europa es que, con o sin Estados Unidos y con o sin el membrete de la OTAN, el choque militar entre potencias occidentales y Rusia es una posibilidad real.