La desafiante precandidata que había prometido batallar durante todo el proceso de primarias, o sea hasta que hayan votado todos los republicanos y hayan podido expresarse todos aquellos que no quieren a Donald Trump, incumplió ese compromiso y desertó tras ser arrasada en el “supermartes” habiendo ganado sólo en Vermont.
Con sólo dos estados a su favor, Vermont y el Distrito Capital, además de la derrota en su propio territorio, Carolina del Sur, el estado del que fue gobernadora, Nikki Haley no podía tener expectativa alguna de vencer al magnate neoyorquino en las urnas conservadoras. Pero no fue esa la razón por la que desistió de continuar en competencia.
En rigor, la desafiante de Trump supo siempre que perdería las primarias y por una diferencia abrumadora. Lo que mantenía su decisión de seguir hasta el final de la competencia era la expectativa que alguno de los tantos juicios por gravísimos delitos terminara impidiendo su postulación. Ergo, la esperanza de Nikki Haley no estaba en las urnas del Partido Republicano, sino en la Corte Suprema de Justicia. Aunque muy tenuemente, existía la posibilidad de que por la Sección 3 de la 14° Enmienda de la Constitución, establecida tras la Guerra de Secesión, terminara invalidándose la postulación del ex presidente por considerarse partícipe instigador del delito de rebelión. Y si eso ocurriera, ella quedaría con la postulación republicana por ser la única contendiente en las primarias.
Esa posibilidad todavía existe, pero es más tenue de lo que ya era, debido a la señal que emitió el máximo tribunal federal al invalidar el fallo de de la Corte Suprema del estado de Colorado contra la participación de Trump en la contienda, aplicando la Sección 3 de la 14° Enmienda.
Los jueces supremos de la Unión son mayoritariamente conservadores pro-Trump, porque el líder republicano rompió el tradicional equilibro entre magistrados conservadores y liberales.
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La señal fue contundente, aún así, la última palabra sobre la postulación de Trump aún no está dicha palabra, porque la decisión de la Corte Suprema no exoneró al ex presidente, sino que simplemente estableció que los poderes judiciales estaduales no tienen la atribución de aplicar la norma que se aplicó en Colorado, sino que deben dejar ese tema en manos del Congreso.
Para muchos juristas objetivos, los jueces supremos del Poder Judicial federal no exoneraron a Trump en el fallo sobre Colorado, pudiendo haberlo hecho. Y esto deja la posibilidad en pié.
No obstante, la señal emitida por la Corte para Nikki Haley significó la pérdida total de la expectativa que la hizo entrar en la contienda interna y la mantuvo en ella hasta el supermartes.
Como Biden no tiene competidor y, más allá del voto de protesta en las bases juveniles y también en los demócratas de la comunidad árabe-americana por no impedir que en Gaza sigan muriendo masivamente civiles palestinos, lo que queda es la secuela del choque que el actual presidente y el anterior mantuvieron hace cuatro años.
Si el primer duelo Biden-Trump fue una novela de suspenso y tensión, la secuela que se dará en noviembre será un drama. Salvo los ultraconservadores que votarían al magnate neoyorquino aunque compitiera contra un clon de George Washington, para el amplio espectro que va desde la izquierda hasta la centroderecha, se trata de elegir entre opciones desoladoras.
Sólo porciones minoritarias del centro y la centroizquierda votarán por Joe Biden convencidas no sólo de que es imperiosamente necesario salvar a la democracia norteamericana de un nuevo gobierno de Trump, sino de que el actual presidente es un buen gobernante y conserva la lucidez necesaria para asumir otro mandato.
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Para el resto de los votantes moderados, se trata de elegir entre lo malo y lo peor. Por cierto, el grueso en esa franja centrista, sobre todo de centro y centroizquierda, votará sin dudas a Biden. Pero cuestionándole muchas cosas, entre ellas que se haya empeñado en buscar la reelección cuando su edad y las fragilidades físicas que implica recomendaban un paso al costado.
También son flancos débiles del candidato demócrata la crisis migratoria en la frontera con México y su fracaso en lograr que Netanyahu detenga la guerra en la Franja de Gaza que ya dejó decenas de miles de civiles muertos bajo las bombas israelíes, entre los cuales muchos miles son niños.
Que centroderechistas, centristas y centroizquierdistas favorezcan a Donald Trump con el voto o con la abstención, implica también depositar en el Despacho Oval a un admirador de Vladimir Putin que volverá a debilitar la OTAN y destartalar el histórico vínculo entre Estados Unidos y Europa, abandonando a Ucrania frente al ejército invasor y favoreciendo la geopolítica rusa que continuará su expansionismo arrebatando Transnitria a Moldavia y amenazando desde el enclave de Kaliningrado a Lituania y los otros dos países bálticos.
No votar lo que se considera malo permitiendo la victoria de lo que se considera peor, resulta incomprensible cuando lo que está en juego es crucial.