Pedirle a Israel, como hizo el Papa, que negocie el final de la catastrófica guerra en la Franja de Gaza, no es pedirle que se rinda. El ejército israelí está en una posición ventajosa. Con la ayuda de los países árabes, podría obtener una paz en la que Hamas, además de liberar a los rehenes que aún tiene recluidos, abandone el poder y las armas en el territorio en el que impera desde el 2007.
No es fácil, pero tampoco imposible. La organización terrorista lleva meses arrinconada en el sur y escabulléndose por sus catacumbas, sin poder ofrecer demasiada resistencia. Y la tragedia que el ejército israelí y Hamás están causando a los civiles de ese territorio arrasado, obliga a los estados árabes a presionar por un final de esta guerra criminal, con retirada israelí y la entrega del poder y el desarme por parte de Hamas. Eso se consigue en una mesa de negociación.
Pero el caso ucraniano es diferente. En la entrevista, Francisco sugirió a Volodimir Zelensky que tenga la “valentía” de sacar “bandera blanca” y sentarse a negociar con Rusia el fin de la guerra que desangra su país. Eso es rendirse. El que saca la bandera blanca sin haber recibido del contendiente una oferta lógica de negociación, lo que hace es capitular.
No hay otra forma de interpretar la sugerencia del pontífice argentino al presidente ucraniano. El ejército del país invadido está retrocediendo por la debilidad que le produce el cese de la ayuda norteamericana para seguir resistiendo la invasión. La falta de armas y municiones le está allanando a Vladimir Putin el camino a la victoria. En las actuales circunstancias, y con la posibilidad de que Trump vuelva a la Casa Blanca y corte definitivamente el envío de armas y de dinero, lo único que encontraría Zelensky en una “mesa de negociación” es una lapicera para que firme la capitulación que haga perder a Ucrania más del treinta por ciento de su territorio.
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El Vaticano explicó que el pontífice no quiso decir que Ucrania debe rendirse. El problema es que lo dicho sólo puede leerse de ese modo. Si el destinatario del mensaje hubiera sido Vladimir Putin, quién inició esta guerra en la que Rusia está en posición ventajosa, la lectura sería diferente. Pero el destinatario era el país invadido, que está en retroceso por falta de ayuda internacional en armas y municiones.
Hubo otras ocasiones en las que el Papa hizo declaraciones que le generaron problemas porque fueron inconvenientes y dejaron espacio a la duda. En esta ocasión, ¿realmente no quiso pedirle a Ucrania que se rinda? ¿o lo que de verdad quiso es hacerle un favor a Putin?
De ser lo segundo, no sería la primera vez.