Se puede cuestionar lo que dijo el ministro español de Transporte, pero la reacción oficial del gobierno argentino, llevando un caso menor a los umbrales de una crisis diplomática con España, parece una desmesura inquietante.
Oscar Puente no debió dejar flotando en el aire que le pareció que Javier Milei había “injerido sustancias” la vez que lo vio por televisión en campaña electoral y pensó que, después de lo que dijo en ese estado, seguramente perdería la elección. La pregunta es si la respuesta del gobierno argentino tenía que ser un duro comunicado en el que, además de repudiar lo dicho por el ministro, cuestiona a la esposa de Pedro Sánchez, acusa al gobernante europeo de poner en peligro la unidad del reino acercándolo a la cornisa de la disolución y señala que el modelo que aplica el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) produce “miseria y decadencia” y “trae pobreza y muerte”.
¿Esa era la forma de responder la insinuación de Oscar Puente? En absoluto. Lo que hizo el gobierno argentino fue contestar unos dichos posiblemente cuestionables de un ministro español, con una ráfaga de ataques personales a Pedro Sánchez y descalificaciones de alto calibre a la política del gobierno de ese país europeo.
El ministro español había dicho lo que dijo en el marco de la III Escuela de Gobierno que organizó el PSOE. Estaba hablando en nombre propio, ante dirigentes y militantes partidarios. La respuesta que alude a la esposa del presidente del gobierno español fue un comunicado oficial. En ese documento se añade un ataque ideológico, planteado en términos dramáticos, que además no encuadra bien ni refleja la realidad económica española.
Se puede cuestionar la política de alianzas partidarias que tejió Pedro Sánchez con fuerzas independentistas y líderes que violaron la Constitución, como Carles Puidgemont, para lograr la mayoría parlamentaria que lo mantuvo en la presidencia del Gobierno. Pero no debe hacerlo otro gobierno.
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El comunicado argentino constituye, objetivamente, una injerencia en los asuntos internos del Reino de España. Con esa respuesta, Milei actúa como líderes mesiánicos que, como Chávez, Fidel Castro y Bolsonaro, entre otros, se creían iluminados y con la misión de esparcir en el mundo sus ideologías juzgando y condenando de manera directa y personalizada a otros gobiernos por sus políticas.
Si el ministro español de Transporte se desubicó, el gobierno de Milei fue más desubicado aún. Y lo hizo de una manera tan superficial como los dichos de Oscar Puente sobre “injerir sustancias”.
El comunicado de Milei da por ciertas las acusaciones de tráfico de influencia contra Begoña Gómez que está investigando un juez. Esas acusaciones y el magistrado que les dio lugar no surgen de pruebas concretas y de testimonios creíbles, sino de portales de internet que normalmente se prestan a difusión de bulos de todo tipo contra figuras notables. O sea, no se trata de versiones periodísticas surgidas de medios de comunicación que tienen entidad de tales y se hacen cargo de lo que dicen. Se trata de versiones encontradas en esas “cloacas de internet” donde transitan las campañas de difamación financiadas por individuos o grupos que se benefician con el linchamiento de imagen que perpetran contra adversarios o enemigos.
Al insinuar que Milei había consumido alguna droga, el ministro español habló a título personal y en un marco partidario, mientras que el presidente argentino respondió desde el Estado Nacional, valiéndose de lo que parece una campaña sucia contra Pedro Sánchez difamando a su esposa, y descalificando al gobierno español desde lo que supone un altar ideológico infalible.
Con todo lo cuestionable que tiene el actual gobierno español, no es a otro gobierno al que le corresponde juzgarlo. Por eso fue más razonable la dura respuesta que dio la cancillería del Reino ibérico a la desmesurada reacción de Javier Milei, atacando a otro gobernante con la agresividad con que normalmente ataca a sus críticos en la Argentina.