El fantasma de Pericles merodeó los discursos en las playas de Normandía. En las palabras de Joe Biden y Emmanuel Macron rondó el histórico “epitafio”, u “oratio funebris”, de aquel estadista cuando honró a los combatientes atenienses caídos en el primer año de la Guerra del Peloponeso, exaltando la razón por la que habían muerto: las virtudes cívicas y políticas de Atenas.
Entre las tumbas de la necrópolis ateniense, Pericles elogió los rasgos originales de la polis donde los ciudadanos eran iguales ante las leyes que proponían, debatían y votaban en el Ágora. Describió cada una de las virtudes ausentes en los estados autoritarios como Esparta y Persia. Combatir y morir por Atenas era combatir y morir por esos valores que distinguían a la polis que engendró la primera idea de democracia.
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En los discursos de los presidentes estadounidense y francés estuvo presente la idea de que los miles de soldados norteamericanos, británicos y canadienses que saltaron de buques, lanchas y aviones sobre las playas de Normandía, estaban poniendo sus vidas al servicio de una idea de libertad y de democracia absolutamente ausente en el enemigo al que enfrentaban: la Alemania nazi.
Entre los sepultureros del Tercer Reich también había un régimen totalitario, la Unión Soviética, pero el grueso de los países occidentales que enfrentaron el imperio de Hitler eran, en mayor o menor grado, democracias basadas en el Estado de Derecho.
Rescatar ese rasgo en el 80 aniversario de la histórica batalla que comenzó a destruir la maquinaria de guerra nazi, tiene un sentido de actualidad que no había tenido ninguna de las anteriores conmemoraciones del Día D. Los mandatarios de Estados Unidos y Francia usaron la ocasión para subrayar que otra vez “el mundo libre” avanza hacia una guerra abierta y total contra un régimen expansionista y autoritario.
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La Rusia de Vladimir Putin ocupa ahora el lugar que ocupó la Alemania nazi. El jefe del Kremlin inició hace más dos años la guerra en Ucrania señalando el mismo enemigo histórico que protagonizó la Primera Guerra Mundial: el nazismo. Según el líder ruso, se vio obligado a lanzar la “operación militar especial” para derrotar al nazismo que estaba azolando a la población rusófona del Este de Ucrania, territorios que pertenecieron desde el siglo 18 al Imperio Ruso antes de pesar, en 1954, a la soberanía de la entonces República Socialista Soviética de Ucrania.
Lo que está claro es que Ucrania quería integrarse a Europa y a la alianza atlántica, y esa fue la razón por la que Putin inició esta guerra. Es cierto que, cuando Khrushev le puso misiles nucleares en Cuba, Estados Unidos amenazó con invadir la isla caribeña si no eran retiradas esas armas que sentía como una amenaza. Pero eso no convierte en inevitable la guerra en marcha. La OTAN no había instalado misiles en Ucrania. Y en 1962, cuando Moscú sacó los misiles que había llevado a Cuba, Washington sacó los que había instalado en Turquía.
No obstante, de la historia pasada lo que pesó en los discursos del 80 aniversario del desembarco en Normandía fue que las tropas que atravesaron esas playas bajo lluvias torrenciales de balas, granadas y morteros, pertenecían a países con Estado de Derecho y exponían sus vidas peleando contra un régimen tiránico y demencial.
Por eso Biden y Macron evocaron a aquellos caídos mientras honraban en vida al puñado de centenarios sobrevivientes que aún pudieron llegar a las conmemoraciones en Omaha, Juno, Gold y demás playas normandas donde ocurrió la más inmensa y brutal de las batallas. Con todos sus defectos y problemas de corrupción, el sistema político ucraniano es una democracia. Y la potencia que la invadió y le está arrebatando una porción importante de territorio es una autocracia en el que las decisiones están manos de un solo hombre: Vladimir Putin.
Para Biden y Macron, así como también para el resto de los gobiernos europeos con excepciones como los de Hungría y Eslovaquia, Ucrania debe ser defendida hoy como hache ocho décadas se defendió a Francia y demás países invadidos por la Alemania de Hitler. Ese fue el mensaje que recorrió este 6 de junio, junto al fantasma de Pericles, las playas de Normandía.