A simple vista, la impresión es que sólo los ejércitos son invasores, pero la historia muestra que los puntos de demarcación artificial de las fronteras a veces son modificados mediante construcciones que invaden territorio vecino procurando modificar el trazado de las líneas fronterizas. Sin embargo, no siempre la construcción invasora se realiza intencionalmente. Muchas veces se trata de errores, como el caso del faro finlandés en la isla Market.
En 1981, Suecia descubrió que Finlandia llevaba casi un siglo violando su frontera en una isla remota del Mar Báltico. Sólo tres hectáreas tiene Market, el islote perteneciente a Aland, un estado libre asociado a Finlandia como lo es Puerto Rico a Estados Unidos.
En 1885, los fineses habían construido un faro y casi un siglo más tarde se descubrió que estaba dentro del lado sueco de la isla, según la línea recta que la dividía en base a los acuerdos limítrofes entre ambos países nórdicos. Por esa transgresión, seguramente involuntaria e insignificante en materia de territorio invadido, hubo una negociación que cambió lo que era una línea recta por una línea ondulante en forma de S, para compensar a Suecia por el espacio tomado por Finlandia sin tener que destruir el faro invasor.
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Ahora, entre Argentina y Chile se produjo un roce diplomático debido a una transgresión fronteriza en la que el invasor fue un panel solar.
La reacción del gobierno chileno al descubrir el panel solar instalado tres metros dentro de su territorio en Tierra del Fuego, fue sensata y moderada. Sin agitar el tema en público, hizo llegar al gobierno argentino el aviso de la transgresión fronteriza y el reclamo de inmediata corrección.
La reacción argentina fue también correcta. Tanto el embajador en Chile, Jorge Faurie, como la ministra de Relaciones Exteriores Diana Mondino, admitieron el error, explicaron que lo cometió la empresa privada que colocó los paneles por no haber usado GPS, se comprometieron a corregirlo y dieron las disculpas correspondientes. Pero hubo una falla en esa respuesta: a la corrección del “error” se la anunció sin fijar un momento cercano sino, por el contrario, insinuando que podía realizarse recién cuando llegue el verano. Esto mereció una respuesta públicamente audible del presidente chileno Gabriel Boric, diciendo que “en cuestiones fronterizas no debe haber ambigüedades” y advirtiendo “o sacan el panel o lo haremos nosotros”.
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Por cierto, la frase del mandatario trasandino sonó fuerte. El “o lo haremos nosotros” tiene aspecto de advertencia amenazante. ¿Fue una sobreactuación para la tribuna nacionalista chilena?
Esa posibilidad rondó muchos comentarios emitidos en los medios argentinos y también en los círculos políticos y de formadores de opinión que siempre tratan con particular consideración a Javier Milei. Esos comentarios coincidían en describir a las palabras de Boric como una matonería imprudente con la mira puesta en la política chilena.
En muchos casos se dio a entender que era una exageración reaccionar como lo hizo el presidente chileno por “sólo tres metros”. El razonamiento alude que haber traspasado la frontera apenas tres metros sería un error insignificante, que en modo alguno justifica la exigencia de corregirlo urgente.
La verdad es que los cuestionamientos a Gabriel Boric que retumbaron en los medios y en los pasillos del poder de la Argentina no parecen acertados. Primero, porque en materia de trazados limítrofes tres metros pueden no ser tres metros. O sea, lo son en el punto exacto donde se produjo la transgresión de la frontera. Pero a partir de ese punto donde hay sólo tres metros entre la línea violada y el objeto invasor, la proyección de esa línea alterada puede ir creciendo de manera exponencial. A lo largo de la proyección del desvío producido, los tres metros podrían convertirse en decenas y luego en centenares de kilómetros cuadrados. Por mínima que sea, la transgresión de una línea fronteriza puede modificar el trayecto de ese trazado, alterándolo en una proyección expansiva.
Aceptar el error y pedir disculpas, pero asumiendo un compromiso sin ninguna precisión temporal, constituye una ambigüedad. Ese fue el punto donde la correcta reacción argentina pasó a ser imprecisa. Se entiende que esa impresión, o ambigüedad, resulte inquietante para un país que, como Chile, tiene una geografía accidentada que lo inclina entre la cordillera y un mar que cobra profundidad casi al borde de la costa, además de un norte desértico mientras que en el sur el territorio se disgrega en islas pequeñas.
Lo que señaló Gabriel Boric podría considerarse una desmesura si lo hubiera dicho en un discurso premeditado, en un comunicado oficial, o en una conferencia de prensa convocada específicamente para referirse a ese tema. Pero lo dijo en una conferencia de prensa que dio en Europa, donde la agenda periodística pasaba por otros temas y un corresponsal le preguntó sobre la base militar argentina “Hito 1″ en Tierra del Fuego.
A eso se suma que el error argentino ocurre en el territorio por el cual, en la década del ‘70, diferendos limítrofes casi desatan una guerra entre las dictaduras que imperaban en ambos países y fue evitada por la mediación del Papa Juan Pablo II a través del cardenal Antonio Zamoré, el mejor cuadro diplomático del Vaticano. Por lo tanto, se trata de una zona de alta sensibilidad.
En buena hora que el gobierno argentino entendió pronto su segundo error (el de la imprecisión temporal de la corrección), aunque lo hizo recién cuando se escuchó la voz de Boric explicando que “en temas fronterizos no debe haber ambigüedades” y advirtiendo que “o sacan el panel o lo haremos nosotros”.
Se refería, por cierto, al panel invasor.